Mi santa madre es una fanática
Me cuenta que tenía las gafas con los tornillos flojos y el cristal que se caía. Así que fue a la óptica 2000 del Corte Inglés. Creo que actualmente son un negocio del propio gran almacén.
En el Corte Inglés le ajustaron los tornillos y con una maquinita muy curiosa le limpiaron las gafas. Y las gafas quedaron relucientes. Además le fijaron los cristales.
¿Y cuanto crees que me costó? me dice, yo que estaba prestando más atención a los baches de la carretera que a la conversación y que básicamente escuché “El Corte Inglés”, le dije “100 Euros”.
No me cobraron nada, fue gratis, me cuenta emocionada. Y el señor fue muy amable. Así que les recomiendo esta tienda a todas las amigas. Y las próximas gafas las compraré en el Corte Inglés. Estoy muy agradecida. Y eso que no soy cliente de esa tienda, las gafas las compré en otro sitio.
Muy bien mamá, vuelve a contarme bien la historia que mañana aparecerás en Internet.
Así que ahora mi santa madre es fanática de la óptica del Corte Inglés. Con amabilidad y apretando un par de tornillos esta óptica tiene una nueva clienta que además difunde las bondades de esta tienda.
Parece sencillo tratar bien a los usuarios, ser amables y pensar en el largo plazo pero sólo algunas empresas lo hacen. El éxito está muchas veces en unos pequeños detalles.
Una historia muy distinta es la que cuenta mi hermano Cárlos. Estaba en Sanlucar en un pequeño bar con todas las mesas ocupadas. Muchos turistas estaban tratando de comer a la misma hora. El dueño del bar salió enfadado y gritando “es que no hay más bares en to Sanlucar”.
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