Atención visual
La interacción visual que se produce entre el orador y el resto de participantes del debate o del público constituye en sí misma una parte fundamental de la comunicación.
El oyente quiere conocer aquello que le estamos contando, de forma que la dirección de nuestra mirada hacia ese receptor le estará mostrando que el mensaje está dirigido a él.
Esta atención visual sirve como elemento motivador para ambos protagonistas de la comunicación. Como consecuencia, el público se sentirá motivado y prestará mayor interés por comprender el contenido del discurso.
Si partimos de esta idea, la actitud de dicha mirada será también determinante en su recepción. El orador debe con su contacto visual con el receptor transmitir aspectos claves como: seguridad, dominio, fuerza o confianza. Ésta dependerá de la reacción que visualicemos en el público, ya que a medida que vamos observando respuestas positivas o negativas en el público, nuestra confianza y despliegue oratorio irá aumentando o disminuyendo progresivamente.
Sin embargo, es importante detectar el verdadero rango de público al que nos dirigimos y sobre el que debemos mantener la atención visual. Y es que, normalmente, existe un porcentaje de público que presentará signos que no deben hacernos perder la concentración. Ejemplos con el de un joven que hace molestos ruidos o algún gracioso en la sala.
Es importante por tanto, estar atentos a la intención y carácter de nuestra mirada ante un público del cual también debemos estudiar su respuesta visual, y por lo tanto, jamás dirigir nuestra mirada hacia el suelo o hacia los lados del público. Debemos ser directos y definir nuestra intención comunicativa con dicho contacto visual.