El director es un colega
Pablo Iglesias Simón, menciona que los ensayos de los Meininger para la puesta en escena de una obra duraban unos 25 días y comenzaban desde las cinco de la tarde hasta media noche.
No hace falta decir más para dejar claro que la preparación de una obra requería una brutal disciplina. Sobre la disciplina toma el testigo Stanilavski. En sus textos tales como la formación del actor o Mi vida en el arte se transparenta su preocupación por la imposición de la disciplina sobre los actores. Pero esa disciplina para él emana del mismo director; en Grotoski, en cambio, el concepto de disciplina es asumido por el propio actor. En su manual, “Hacia un teatro pobre”, expone una serie de ejercicios, consejos y sugerencias destinados a hacer que el actor asuma su disciplina.
En el teatro, por tanto, el director no debe sobreponerse como un dictador, sino imponerse como el hermano mayor del grupo, el consejero, el guía.
Los actores no tienen que sentirse sometidos al director, sino integrados con él en grupo. Tienen que asistir a los ensayos relajados, con ilusión y con ganas de trabajar. De ello depende el éxito de los ensayos y el éxito de la puesta en escena.
El actor sabe que es el mejor que conoce su papel. Pero sabe también que el director conoce todos los papeles de la obra. Él tiene una visión parcial, la visión de su papel, pero el director tiene una visión de la totalidad. Imaginemos una orquesta. Cada músico es un buen conocedor de su instrumento y de la partitura que tiene asignada, pero el director es el que conoce la totalidad de la sinfonía y a él le corresponde marcar el principio, las entradas y salida de cada instrumento, la intensidad, el ritmo, el carácter, etc. El papel del director de orquesta es idéntico al papel del director de teatro.
Él confiere unidad y homogeneidad a la puesta en escena