El lugar del director
Así como un cuadro, un poema y hasta una composición musical, está concebida, en principio, por el propio autor, para deleite de si mismo, la puesta en escena desde su comienzo, está pensada para un público.
Por tanto el director debe situarse, mientras dirige, en el mismo lugar donde va situarse el público. Yo sugiero el patio de butacas, siempre, más o menos, en la fila 10, a una distancia donde puede controlar la panorámica del escenario, la acción y, sobre todo, el mensaje hablado. De vez en cuando, no viene mal retirarse hasta las últimas filas para comprobar como se percibe la dicción.
Es conveniente, hacer ejercicios de voz y dicción antes de iniciar, el actor es como el gimnasta, siempre tiene que estar en forma. (Sobre esto les remito al curso “Taller de Teatro”)
Hay una tendencia por parte del director, sobre todo en los grupos de aficionados, de formar parte de la misma obra. Yo no lo recomiendo por varias razones, por un lado, porque el director va a elegir el papel con el que más se identifica y que suele ser los primeros protagonistas con lo que le quita protagonismo a los demás actores y segundo porque si está dentro de la obra se le escapan muchos errores que percibiría si estuviera en el lugar que le corresponde.
Aún hoy, y es un defecto del teatro amateur, se piensa que es algo prohibitivo el darle la espalda al público. Ya he dicho anteriormente que no es un requisito imprescindible y que incluso se puede utilizar como recurso estético, ya lo veremos más adelante; en cambio, no es recomendable cubrirse la cara con las manos, ni con ningún objeto, salvo que el papel lo indique, lo mismo que tampoco recomiendo que se sitúe detrás de un mueble u otro obstáculo. Tampoco que un actor se cubra por otro actor. Evitemos grupos en una parte del escenario en contraste con un vacío en el lado contrario. No tengamos en la misma escena un número muy elevado de actores.