La Técnica

Con los lápices de color se puede dibujar (trazar líneas) y pintar (manchas de color).

Fácil de utilizar en comparación con otras técnicas de ilustración, haciendo casi igual uso que con el lápiz de grafito, solo que se podría decir que el de color es más fino y con acabado más satinado.

Se utilizan para trabajos de baja escala, porque el recubrimiento de los soportes es más superficial que los demás métodos. El caolín impide que puedan tener más profundidad en los mismos. Como contraste, los lápices de colores permiten un buen bosquejo y una mayor precisión de los detalles en el arte final.

Otra característica representativa, es su transparencia. Esto quiere decir que se pueden realizar varias capas y combinar colores para obtener distintas gamas. Se puede decir que los colores se definen por su grado de tonalidad, impresión y presión. Una cualidad que no comparten con ningún otro medio: con ellos podemos realmente dibujar (trazar líneas) y pintar (manchas de color).

Por otra parte, los lápices de colores, en integración con otras técnicas, se utilizan como parte del proceso final para dar precisión, vigor, volumen y definición a la obra.

La técnica del lápiz de color se aplica mediante la superposición de capas, pintando de menos a más, aplicando primero los tonos menos intensos, para ir luego superponiendo los de más intensidad. Los colores más claros no cubren a los más oscuros; por eso es importante empezar con suavidad, y lograr el tono por la superposición de varias capas, mejor que pasarse de entrada y no tener vuelta atrás.

Para todos los casos y sin excepción, hay que trabajar siempre con la punta del lápiz bien afilada. Una punta chata rompe el papel y no lo satura correctamente.

Antes de colorear hay que dibujar con lápiz grafito en trazos suaves. Debemos observar la graduación del lápiz.