Situaciones difíciles
Aunque no es normal que ocurra, en ocasiones podría suceder que una persona del público increpe con dureza al orador.
Si este ataque se produce en mitad del discurso, interrumpiendo, lo apropiado es rogarle que espere al turno de preguntas para exponer su punto de vista.
Si esta persona mantiene su actitud, habrá que indicarle educadamente que tenga la amabilidad de abandonar la sala, disculpándose uno ante el público por la interrupción.
Si el ataque se produce una vez finalizada la intervención, en el turno de preguntas, habrá que indicarle educadamente que el estilo empleado no es admisible y que por tanto no se le responderá hasta que no utilice un tono correcto.
Si se mantiene en su actitud se le puede ofrecer la posibilidad de discutir el tema personalmente una vez concluida la sesión, y si insiste habrá que pedirle que abandone la sala.
El orador debe estar dispuesto a aceptar críticas, lo que no tiene que admitir bajo ningún concepto, y menos en público, es que se le falte al respecto.
Ante el público quedaría en una situación muy desairada, perdiendo totalmente su autoridad.
Lo importante, en momentos tan delicados y desagradables, es mantener la calma y la educación, evitando responder con ironía o desprecio. No hay que darle al ofensor la más mínima excusa para que persista en su actitud.
Hay que tratar de no alterarse y menos aún de iniciar una trifulca en público(aunque se tenga razón).
En situaciones de este tipo el público suele reaccionar a favor del orador(quien ha sido verbalmente agredido), aún cuando discrepe de sus argumentos.
Si en la sala se produce una situación tumultuosa hay que apelar a la audiencia a que se tranquilice.
Si persiste la situación se suspenderá la intervención unos minutos, a la espera de que las aguas vuelvan a su cauce (durante este tiempo el orador abandonará el estrado).
Si la situación se prolonga se suspenderá definitivamente la intervención.