El conocimiento
Platón comienza igual que la mayoría de los pensadores griegos anteriores a él (excepto los sofistas).
Lo mismo que Heráclito y Parménides, trata de encontrar una especie de ‘arté’ o ‘razón divina’ que lo explique todo y que, por tanto, no debe coincidir con lo que nos muestran los sentidos.
Empieza, pues, dando la razón a Parménides, aunque luego veremos que lo que hace en realidad es buscar un equi-librio entre ambos pensadores, igual que habían hecho previamente Empédocles, Anáxágoras (maestro de Sócrates) y, sobre todo, los ‘atomistas’:
- Negación del sensualismo y el relativismo (lo mudable excluye el conocimiento)
- El ENTE, objeto del conocimiento.
Para Platón, el único modo de llegar al ‘ente’ es siguiendo el método de Heráclito: a partir de las ‘afecciones sensibles’, es decir, partiendo de lo que nos muestran los sentidos.
Desde aquí, desde los objetos particulares, hemos de intentar, siguiendo el método socrático (v.gr., la reminiscencia), recordar cómo era el ‘universal modelo‘ del que todo es reflejo, y que se supone que nosotros habremos podido contemplar en alguna existencia anterior:
AFECCIÓN SENSIBLE → CONOCIMIENTO
(reflexión espiritual — REMINISCENCIA)
particulares → universal modelo
Platón explica este razonamiento, base de su ‘teoría de las ideas’, mediante una fábula: el ‘mito de la caverna‘, que encontramos en el diálogo ‘LA REPÚBLICA’:
Unos prisioneros de encuentran en el fondo de una cueva desde que nacen y no saben lo que es la luz del sol.
Lo único que pueden ver son una sombras producidas por todo lo que va pasan-do por fuera de la cueva.
Las sombras, aunque no son reales, les recuerdan los objetos auténticos que sin duda han debido de haber vislumbrado en existencias anteriores, y esa será la única manera que tendrán de hacerse una idea del mundo exterior a la caverna en esta vida.
Platón compara nuestro mundo con esa caverna. Según él, nuestros sentidos sólo nos muestran sombras que poco tienen que ver con la realidad auténtica, salvo que son reflejo de ella.
Tomarse esas sombras o reflejos en serio y conformarse con ellas sería pura ‘ignorancia’, pues equivaldría a aceptar el NO-SER, y desde Parménides se sabía que “el no-ser no es“.
El único ‘conocimiento’ radicaría, pues en llegar al SER por reminiscencia, aunque, por supuesto, Platón reconoce que entre conocimiento e ignorancia, entre ser y no-ser, se encuentran las ‘opiniones’ de los mortales, más o menos cercanas a la verdad, pero nunca totalmente acertadas, puesto que llegar al verdadero conocimiento es prácticamente imposible en este mundo.
Estamos, pues, en lo mismo que ya decían Heráclito y Parménides, entre otros: al conocimiento completo es muy difícil llegar, y los humanos tenemos que conformarnos con los grados del conocimiento intermedios.
En total hay tres niveles de conocimiento según Platón (han de ser tres, pues el 3 es el número pitagórico del espíritu, como sabemos):
- EXPERIENCIA ((habilidad)
- ARTE (cualquier técnica ; p.ej., la ‘medicina‘)
- FILOSOFÍA (ciencia)
Por ‘ciencia’ entiende Platón el sistema conjunto de conocimientos o, dicho en griego, ‘DIALÉCTICA’, que significa, evidentemente, ‘contemplación del ente‘. Esto, desde luego -y ya Heráclito y Parménides habían insistido en ello-, no está al alcance de cualquiera, y entre los humanos sólo los filósofos tienen alguna posibilidad.