Sócrates. Fragmentos

Glaucón, hijo de Arustín, aspiraba a orador popular, con la pretensión de llegar al gobierno de la Ciudad, aunque no tenía aún veinte años.

Sus parientes y amigos, ninguno podía disuadirlo ; aunque más de una vez hubo que arrancarlo de la tribuna entre generales risas. Sócrates, que le quería bien, por amistad hacia Cármides, hijo de Graucón, y hacia Platón, consiguió traerlo a razón.

Encontrándolo un día, y queriendo ante todo hacerse escuchar, dirigió la conversación de la siguiente manera: “Glaucón, ¿te has metido en la cabeza eso de gobernar la Ciudad?

  • “Sí, Sócrates“, -contestó.
  • Por júpiter, es el mejor de los proyectos que hombre pudiera formar ; porque está claro que, si llegares a esa meta, te encontrarás con medios para hacer todo lo que desearas, servir a tus amigos, dignificar la casa de tus padres, agradar a la patria. Comenzarás por hacerte un nombre en la Ciudad, después en la Grecia, y tal vez como Temístocles, hasta entre los bárbaros. En fin, a cualquiera parte que fueres tendrás los ojos de todos fijos en ti“.

 

En oyendo que oyó Glaucón estas palabras, se engalló y quedose saboreándolas con placer. Y Sócrates continuó por términos semejantes: “¿No es cosa evidente que, si deseas ser honraso, has de hacer servicios a la Ciudad?“.

  • Es claro que sí“, -contestó.
  • Por los Dioses“, -continuó Sócrates diciendo-, “no me ocultes nada, dime cuál es el primer servicio que piensas hacer a la Ciudad“.

 

Y puesto que Glaucón callaba, buscando en su mente por cuál comenzaría, le dijo Sócrates: “¿No querrías en primer lugar, y a semejanza de si se tratara de enriquecer la casa de un amigo, esforzarte en enriquecer más y más a tu Ciudad?“.

(de JENOFONTE: ‘Recuerdos de Sócrates’)

    • Así es“, -contestó.
    • Y ¿no será el mejor medio para conseguirlo aumentar lo más posible los ingresos?
    • Así es de presumir“, -contestó.
    • Dinos, pues, de dónde provienen los ingresos actuales de la Ciudad y cuál es su monto. Porque es evidente que habrás hecho estudio de este punto a fin de poder con ello suplir otras entradas más flojas y reemplazar las que vienen a faltar“.
    • “Pues, por Júpiter“, -contestó Glaucón-, “no había pensado en estos puntos“.
    • Puesto que no has pensado en éstos, dinos cuando menos cuáles son los gastos de la Ciudad, porque no cabe duda de que piensas disminuir los inútiles“.
    • Pues, por Júpiter“, -dijo Glaucón-, “que tampoco había pensado en esto“.
    • Pues bien: dejemos para otra ocasión el proyecto de enriquecer a la Ciudad ; porque, en efecto, ¿cómo podríamos pensar en ello antes de conocer el monto de gastos e ingresos?
    • Pero, Sócrates“, -dijo Glaucón-, “se puede enriquecer a la Ciudad con los despojos de los enemigos“.
    • Sin duda, si uno es más fuerte que ellos ; porque, si uno fuera más débil que ellos, no haría sino perder lo que tuviere“.
    • Verdad dices“, -añadió.
    • Quien quiera, pues“, -dijo Sócrates-, “aprovechar la ocasión de hacer una guerra, ha de conocer la fuerza de su propia Ciudad, y la de sus enemigos, a fin de que, si su Ciudad fuera la más fuerte, aconsejarle romper las hostilidades ; y si más débil, persuadirle a que se mantenga a la defensiva“.
    • Hablas correctamente“, -dijo.
    • Dinos, pues, ante todo“, -añadió Sócrates-, “cuáles son las fuerzas de que dispone nuestra Ciudad en mar y en tierra, y después cuáles son las de los enemigos“.
    • Pues, por Júpiter, que no pudiera responderte así de repente“.
    • Pero si hubieras escrito algo sobre este punto“, -dijo Sócrates-, “tráelo, que lo escucharía con muchísimo gusto“.
    • Pues bien, dejemos correr esta nuestra primera deliberación sobre asuntos guerreros, pues pudiera ser que, dada la importancia del asunto y que estás comenzando en estos negocios, no hubieras podido estudiarlos aún. Pero yo veo que te has ocupado de la defensa del país ; sabes qué guarniciones son necesarias y cuáles otras no lo son ; en qué puestos las guardias son demasiado numerosas y en qué otros induficientes ; así que aconsejarás que se refuercen las que no sean fuertes y se retiren las que no fueren necesarias“,
    • Por Júpiter,“, -dijo Glaucón-, “soy de la opinión de retirarlas todas, pues lo guardan tan bien que se lo roban todo“.
    • Pero si se retiran las guarniciones, ¿no ves que cualquiera podrá con toda libertad robarnos abiertamente? Por lo demás, ¿has visitado tú en gira de inspección las guarniciones? ¿Cómo sabes que su servicio es malo?
    • Me lo barrunto“, -dijo.
    • Pues bien: cuando sobre este punto tengamos algo más que suposiciones deliberaremos sobre él“.
    • Tal vez así será mejor“, -contestó Glaucón.
    • Sé además“, -continuó Sócrates diciendo-, “que no has estado en las minas de plata, de manera que no podrás decir por qué producen ahora menos que antes“.
    • En efecto ; no he estado aún“, -contestó.
    • Se dice que el aire es malsano ; así que, si se tratase este punto, tienes excusa suficiente”.
    • “Te estás burlando de mí, Sócrates“, -dijo Glaucón.
    • Pero estoy seguro, al menos, que has considerado por cuánto tiempo basta para alimentar a la Ciudad el trigo que se recoge en la región, cuánto aumenta el consumo cada año, a fin de que si la Ciudad viniera a padecer escasez no te cogiere de improviso, sin en estado de proveer, gracias a tu previsión, a las necesidades de la Ciudad y salvarla así“.
    • Me hablas“, -contestó Glaucón-, “de faema muy grande, si hubiera que velar por todos estos detalles“.
    • Y con todo“, -replicó Sócrates-, “no se es ni siquiera capaz de gobernar la propia casa si no se conocen todas las necesidades y los medios de satisfacerlas ; y puesto que la Ciudad tiene más de diez mil casas, y dado que no es fácil ocuparse a la vez de tantas familias, ¿por qué no has probado de comenzar a hacerlo con una sola, por ejemplo, por la de tu tío? Que bien lo necesita. Y después de que hubieras llegado a buen termino con ella, puedes comenzar a meterte con más pero si eres incapaz de hacer algo de provecho ¿podrás hacerlo con muchos? Porque si un hombre no es capaz de llevar un talento, ¿cómo podrá emprender el llevar muchos?
    • Bueno“, -replicó Glaucón-, “podría ser grandemente útil a la casa de mi tío, si quisiera escucharme“.
    • Así que, Glaucón, ¿no has podido persuadir a tu tío y pretendes hacerte oír de todos los atenienses, tu tío inclusive? Cuida,, pues, Glaucón, no sea que, deseando la gloria llegues a lo contrario. ¿No ves qué peligroso resulta decir o hacer lo que uno no sabe? Da una mirada entre tus conocidos que se meten a hablar o a hacer sin saber, y considera si, por tal razón, estarán cosechando elogios o reproches, son admirados o criticados. Considera, por el contrario, a los hombres que saben lo que dicen y lo que hacen ; y verás, creo, que, en todas las circunstancias, se llevan los votos populares precisamente los que saben, mientras que oprobio y desdén corresponden a los ignorantes. Además, puesto que amas la honra y quieres hacerte admirar en tu Ciudad, esfuérzate en llegar a saber y a tomar las riendas de la Ciudad, nada me admiraría de que obtuvieras fácilmente lo que desearas“.
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