La ilustración Inglesa
La Ilustración inglesa
En Inglaterra, una vez preparado el camino por el Empirismo, como se ha visto, se continuó con la labor comenzada un siglo antes por Galileo, Kepler, etc., en el dominio de las ciencias de la naturaleza.
Ahora bien ; hay que tener en cuenta que en la Ilustración suelen estar muy unidos los conceptos de ‘ciencia’ y de ‘progreso’ con el de ‘religión natural’, o DEÍSMO, que ya explicamos al hablar de Hume en el tema anterior.
Dentro de esta tendencia se pueden citar los nombres de Robert Boyle(1627-1691), John Toland (1670-1722), Samuel Clarke (1675-1729),Matthew Tin-dal (1656-1733), Anthony Collins (1678-1729), Joseph Butler(1692-1752) etc. Y, por supuesto, el más importante de todos ellos:Isaac Newton.
DEÍSMO
“Me han sido demostradas sin réplica inmemorables verdades (decía el ateo con quien dialogaba), y la evidencia de Dios, la realidad del bien y el mal, la inmortalidad del alma, son aún problemas para mí. ¡Pues qué! ¿Será menos importante ser convencido acerca de estos asuntos que de que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos rectos?“
Mientras que como hábil declamador me hacía examinar a grandes trazos la amargura de esta reflexión, emprendí de nuevo el combate con una pregunta que debió parecer singular a un hombre orgulloso de su primer éxito.
- “¿Sois un buen pensador?” -le pregunté.
- “¿Podéis dudarlo?” -me respondió con aire satisfecho.
- “¿Por qué no? ¿Qué he visto que de ello me convenza? … ¿Sonidos y movimiento? Pero el filósofo ve otro tanto en el animal, que despojo de la facultad de pensar. ¿Por qué os he de conceder lo que Descartes niega a una hormiga? Producís al exterior actos muy propios de convencerme ; sentiría deseo de asegurar que en efecto pensáis ; pero la razón suspende mi juicio. Entre los actos exteriores y la inteligencia no hay enlace esencial, y es posible que tu antagonista no piense más que su reloj. ¿Se deberá tomar por un ser pensaaqnte al primer animal que se enseñe a hablar? ¿Quién te ha revelado que todos los hombres no son a modo de otros tantos loros?“
- “Esta comparación es, todo lo más, ingeniosa” -replicó. “No es por el movimiento y los sonidos, es por la ilación de las ideas, por la consciencia que reina entre las proposiciones y el enlace de los razonamientos, por lo que se debe juzgar que un ser piensa. Si se hallase un loro que contestase a todo, clamaría sin vacilar que era un ser pensante. Pero, ¿qué tiene de común esta cuestión con la existencia de Dios? Aún cuando me hubieseis demostrado que el hombre, en quien advierto más inteligencia, no es más que un autómata, ¿estaría yo por eso mejor dispuesto a reconocer una inteligencia en la naturaleza?“
- “Sin embargo” -insistí, “convenid en que sería gran locura negar a vuestros semejantes la facultad de pensar“.
- “Sin duda. Pero, ¿qué se sigue de aquí?“
- “Se sigue que si el Universo, ¿qué digo el Universo?, que si el ala de un pájaro presenta señales mil veces más claras de una inteligencia que indicios tenéis vos de que vuestro semejante está dotado de la facultad de pensar, sería mil veces más loco negar que existe Dios que negar que vuestro semejante piensa.
A vuestra conciencia apelo: ¿habéis observado jamás en los razonamientos, las acciones y la conducta de algún hombre más inteligencia, más orden, más sagacidad, más consecuencia que en el mecanismo de un insecto? ¿No está tan claramente impresa la divinidad en un grano de trigo como la facultad de pensar en las obras del gran Newton? ¡Que! ¿Prueba menos una inteligencia el mundo formado que el mundo explicado? … ‘Pero’, replicáis, ‘yo admito la facultad de pensar en otro de tanto mejor gana, cuando yo mismo pienso …’. He aquí, convengo en ello, una presunción que yo no tengo ; pero ¿no estoy indemnizado de ello por la superioridad de mis pruebas sobre las vuestras? ¿No me está demostrada mejor en la Naturaleza la inteligencia de un primer ser por sus pruebas, que la facultad de pensar en un filósofo por sus escritos?
Pensad, pues, que sólo os presento como prueba un ala de pájaro, un grano de trigo, cuando podría agobiaros con el peso del Universo. O mucho me engaño, o vale esta prueba mucho más que la mejor aducida en las escuelas. por este razonamiento y por otros muchos de la misma sencillez, admito la existencia de Dios, y no por esos tejidos de ideas secas y metafísicas menos propias para descubrir la verdad que para darle el aspecto de mentira“.
(DIDEROT: ‘Pensamientos filosóficos’, 1746)