Qué reconocemos como trabajo
La pregunta qué reconocemos como trabajo es fundamental para entender las disparidades que encontramos en nuestras sociedades. Es la base de lo que venimos apuntando hacia el momento.
Y llegadas a este punto, seguro que ya sabéis qué es lo que se reconoce como trabajo y que no. También hemos de preguntar, qué trabajos tienen valor, prestigio, poder.
Como al inicio ya señalamos, el trabajo supone un intercambio de una energía física (o una energía mental) para realizar alguna acción a cambio de dinero (que se ha establecido como medio de intercambio). Si esto lo vemos así, la siguiente pregunta es qué trabajos reciben esa remuneración económica y cuáles no, cuándo se recibe y cuándo no.
Si una persona trabaja en casa y realiza tareas de: limpieza, cocina, gestión económica del hogar, etc., pero está en desempleo, es decir, no tiene un trabajo asalariado regulado por la legislación existente, se dice que “no trabaja”.
En caso de que esa persona realice las mismas tareas en una casa ajena y cobre por ello, ya si se reconoce como trabajo, aunque sea precario. Porque las legislaciones que actualmente regulan este tipo de trabajo son inexistentes o precarias hasta el momento.
Las trabajadoras domésticas se desempeñan en una gran variedad de tareas para familias que no son la propia. […] Su trabajo ha sido fundamental para facilitar la inserción laboral de muchas mujeres de sectores de ingresos medios y altos, […] Sin embargo, el trabajo doméstico remunerado ha sido tradicionalmente subvalorado e insuficientemente regulado (OIT, 2016)
Para más información consultar la página de Mujeres en Empleo Informal: Globalizado y Organizado (WIEGO).
Legislación en Latinoamerica sobre empleadas domésticas (31/1/2017).
Nota: se usa el término en femenino: "trabajadora doméstica".
Si, por el contrario, las tareas las desarrollan en trabajos especializados: cocinera, limpiadora de oficinas, etc., ya si se considera trabajo y está mediado por un contrato. Esto implica que después habrá una experiencia laboral detrás y unas competencias adquiridas que son las que se contemplarán en el Curriculum Vitae (CV).
Por el contrario, en el caso de que la persona trabaje en casa, si reflejara esas competencias en el CV no estarían dotadas del mismo valor, pues no se considera que las haya desarrollado dentro del mercado de trabajo.
Estas consideraciones son importantes, la visión que se tenga influye en las estadísticas, en los presupuestos y, en definitiva, en el enfoque económico que se pretende de la sociedad.
El hecho de la precarización de algunos sectores que están feminizados no es casualidad. Las mujeres ocupan muchos trabajos precarios e informales. Estas son discriminaciones por razón de género que vienen de años atrás. Tienen que ver con los roles de género y estereotipos. Toda una cultura discriminatoria que estructura el sistema en relación al género desde hace siglos.
[…]El interés del movimiento socialista es aspirar a que la mujer casada no ponga los pies en la fábrica con el fin de que pueda seguir siendo digna compañera del hombre, la guía materna que puede cuidar de los hijos; en una palabra, la razón misma del bienestar del proletariado. […] (Pérez-Fuentes 2000, 197).
Los cuidados que “les corresponden como mujeres” no se reconocen para nada como trabajos. Son cuidados que se hacen por amor y se les presupone naturales. De ahí que cuando las mujeres se han incorporado al mercado laboral hayan tenido que suplir esos trabajos por “trabajo doméstico remunerado”. Estos los suelen desarrollar otras mujeres con una situación económica más precaria. Esta es la rueda que se está sosteniendo.
En el artículo de Pilar Pérez-Fuentes (2000) en el que analiza la historia del trabajo de las mujeres pone un ejemplo de cómo según como se entienda el trabajo y cómo se recopilen los datos, se reconoce o no el trabajo de las mujeres. Cómo en las estadísticas aparecen como desocupadas, o sin ningún trabajo reconocido.
Tomemos como ejemplo algunos municipios vasos cuyo perfil económico y social era muy semejante en el siglo XIX. Si comparamos los datos sobre la ocupación de las mujeres -tal y como constan- que nos dan los padrones de población de Monga (1889), Mendata (1877), Arteaga (1897) y Yurre (1887) entenderemos mejor cómo se generó la inactividad universal de las mujeres y la falsedad de los datos. En los dos primeros municipios las tasas de actividad de las comprendidas entre los 15-59 años no alcanzaba el 5%, mientras que en los segundos era del 60% y 89% respectivamente, es decir la mayoría constaba como sus labores o su sexo. ¿Cómo interpretar tan enormes diferencias respectos a las ocupaciones de las mujeres en poblaciones tan parecidas? Lo que ocurría era que el resultado del recuento de mujeres activas, con ocupación reconocida, dependía de que las esposas de los labradores estuviesen consideradas o no como labradoras, reconociendo el importante trabajo que realizaban en el casería, o, por el contrario, clasificadas como amas de casa que es lo que por razón de sexo, debería ser. ( Pérez 2000,201)
Ante la pregunta de qué pudo haber influido en la diferente percepción, la autora hace referencia a la mayor o menos asunción del moderno modelo de género.
Este es sólo un ejemplo de lo que podemos encontrar cuando desempolvamos los datos de la historia y los miramos desde la perspectiva de género. Nos dan pista de porqué cuando las acciones las realizan las mujeres no suelen considerarse trabajo o tienen menos valor, y cuando las realizan hombres adquieren un mayor valor.
El mundo de la cocina es un buen ejemplo de ese valor que se da. La cocina a nivel mundial está mayoritariamente en manos de las mujeres. Estas son las encargadas de la adquisición, manejo y preparación de los alimentos. Mayoritariamente, los chefs más reconocidos son hombres.
De aquí que Sheppard -como pionera en el tema- aboga por el reconocimiento y la valoración del trabajo doméstico. Los argumentos que maneja para insistir en la necesaria valoración del trabajo realizado en los hogares siguen siendo válidos actualmente. Reconoce el coste de oportunidad que representa en términos de renta el ser un ama de casa a tiempo completo; plantea que el trabajo doméstico es también trabajo y debe entenderse como tal y que, precisamente la realización de este trabajo por las mujeres libera a los maridos y les permite acceder al mercado de trabajo”(Carrasco 2006, 7)
Película recomendada: Pan y Rosas. 2000. Dirección: Ken Loach. Reino Unido.