Techo de cristal
El término Techo de Cristal “fue acuñado en 1.986 en un informe sobre mujeres ejecutivas: The Glass Ceiling- Special Report on the Corporate Woman” (Hymowitz, C., & Schellhardt, T. D., 1.986). El techo de cristal es un concepto relativo a los obstáculos que enfrentan las mujeres que ejercen o aspiran a ejercer altos cargos (en igualdad de condiciones y salario) en corporaciones, así como en todo tipo de organizaciones: gubernamentales, educativas y sin fines de lucro. Estas autoras analizaron el techo de cristal con respecto a mujeres en el mundo empresarial y se centraron en el ascenso a cargos de alto nivel.” (Barberá, Estellés, Dema 2009)
Aparece en un contexto en el que la igualdad formal se está consiguiendo, es decir, se están desarrollando leyes y políticas que se enfocan, por ejemplo, en que mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades en acceder a puestos de dirección o de liderazgo que hombres. Esto se había avanzado pero las mujeres seguían sin llegar.
Las mujeres estudian más en las universidades, están muy cualificadas, en definitiva, están ahí, en el mercado laboral. Aun así no llegan a puestos superiores, no aparecen en los Consejos de Dirección en las empresas, no son visibles en las cúpulas de los Partidos Políticos.
¿Por qué yo todavía no soy investigadora principal de ningún proyecto y mi compañero, que empezó más tarde, sí?”. Esta pregunta se hacían la física del CSIC Pilar López Sancho y otras compañeras cuando, tras unos años de carrera profesional, veían cómo algunos colegas avanzaban en los escalafones más rápido que ellas. (Gulis Mar, 2016)
Hay obstáculos invisibles, como un cristal, que no se ven pero que están ahí, que no permiten a las mujeres (y a otras personas intersectadas por identidades marcadas) avanzar profesionalmente.
Esta visión tiene sentido en este tipo de sistema económico y laboral, en el que los mejores salarios, el acceso a la información, a las responsabilidades, a las decisiones, está distribuido jerárquicamente. Y, principalmente, el acceso a las cotas más elevadas de esas jerarquías se facilita a los hombres blancos, y en su mayoría, que se reconocen socialmente como heterosexuales.
Para ver esos obstáculos hay que hacer un análisis desde la perspectiva de género y tener en cuenta cosas como las que venimos señalando aquí: los roles y los estereotipos de género, la forma de conformación de la economía y del mercado laboral, el qué se reconoce como trabajo, las dobles jornadas laborales, los cuidados, etc.
Muchos de los argumentos que se esgrimen ante la llegada a los puestos más elevados de esas jerarquías y por tanto a mayores salarios, es que las mujeres eligen no estar ahí.
Sobre esto ya hemos dado unas pinceladas en apartados anteriores. Preguntarnos porqué algunas mujeres eligen no estar. Las razones para esto se explican como individuales, pero, encontramos todo un entramado de circunstancias sociales que sitúan a las mujeres en lugares que limitan esas “decisiones”.
Si ellas son, mayoritariamente, las responsables de cuidados, etc., no hay una disponibilidad de energía, tiempo, etc, para dedicar a la exigencia que requieren esos lugares.
Muchas personas apuestan hoy por nuevos focos vitales. Con esto nos referimos a los que por ejemplo se proponen desde la economía feminista: poner en el centro las vidas.
Si se priorizan las relaciones personales, los tiempos dedicados a las personas, nuestro cuidado personal, y por el contrario se desecha la necesidad de prestigio o reconocimiento, se produce una apuesta diferente.
Entonces, ante la afirmación de que ellas “eligen” no formar parte, habría muchos limitantes y vivencias a analizar.
De manera sencilla, podemos exponer que, por un lado, la autoestima de las mujeres, las ansias de competitividad, de escalar a puestos mayores ha sido menos entrenada o, según algunos enfoques, no forman parte del imaginario de las mujeres. Esto tiene sus ventajas y plantea la necesidad de un nuevo enfoque.
Por otro lado, las cualidades que priman ahora son: prestigio laboral, ingresos elevados para asegurar cierta calidad de vida, acceso y control de la información y el conocimiento, entre otras.
Entonces, se supone que las mujeres “eligen” no estar y por eso no están. Aunque hay mujeres que quieren estar y no pueden. Mujeres que quieren estar de otras formas y no pueden. Y hay quien, definitivamente, no quiere estar. Ante esto, lo que se plantea es que las posibilidades y las oportunidades para estar o estar de otras formas diversas estén abiertas, cosa que ahora no ocurre. De ahí el llamado techo de cristal.
Para una reflexión más amplia sobre lo que venimos señalando os dejamos con este texto de Marina Freitez Diez sobre mujeres y política.
Tomando en cuenta los factores históricos que promovieron la politización de las mujeres en Argentina, Brasil y Chile, Marina Freitez analiza cómo los movimientos «desde abajo» permitieron paulatinamente el acceso de la mujer a las altas esferas del poder político en estos tres países. En contraposición, la autora describe la relación existente actualmente entre mujeres y política en México y las posibles lecciones que podrían extraerse de los procesos de cambio que se han experimentado en el cono sur en las últimas décadas (Freitez 2013).