Lo que hay que evitar
Ya apuntábamos antes que no creíamos que la aplicación de “tácticas” que se han considerado incluyentes como el uso del arroba implicara una reflexión real de fondo sobre cómo usamos nuestro lenguaje; algo que es imprescindible para empezar a hacer uso de la inclusión desde nuestros discursos.
Esto es así porque siempre será más incluyente una persona que esté sensiblizada acerca de este punto aunque no tenga en numerosas ocasiones las herramientas oportunas para ello, que una persona que conozca todas las claves pero que no esté sensiblizada al respecto.
Es, por ello, que decíamos que existen mucha formas de ser incluyente pero que todas deben empezar por saber cuál es el lugar y la responsabilidad del lenguaje que usamos en la creación y perpetuación de estereotipos discriminatorios; en este caso, sexistas.
Junto al arroba (@, niñ@s) también desaconsejamos el uso de barras (niña/niño) como método de inclusión. Como en el caso anterior, este recurso convierte el hecho de escribir en una labor mecánica al igual que la importancia de utilizar discursos menos discriminatorios.
Por otra parte, la barra insiste en el modelo binario de la concepción de la realidad mujer/hombre que no da cabida —como apuntábamos en temas anteriores— a otras concepciones de la realidad menos limitadas y encorsetadas (que no giren en torno al enfrentamiento de dos únicos conceptos).
Consideramos además aquí que estas prácticas deben evitarse debido a su falta de sonido y a que, como consecuencia de esto, no se pueden trasladar posteriormente al acto del habla. Es necesario que la visibilización se haga efectiva en todos los sentidos de una manera transversal.
Para ello, el lenguaje –como hemos venido demostrando— facilita alternativas mucho más efectivas que simplemente deben colarse en la rutina habitual de actos como hablar o escribir.