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A continuación, haremos alusión a otras formas de nombrar que queremos destacar y que no han tenido cabida en temas anteriores.

Así, destacar que debemos evitar la expresión “paralizada cerebral” o “paralizado cerebral” cuando de lo que estamos hablando es de una “persona con parálisis cerebral”.

Asimismo, en este sentido, destacar que la parálisis cerebral no es una enfermedad sino una condición.

Asimismo, no queremos dejar de apuntar que es necesario evitar hablar —cuando hacemos alusión a discapacidades intelectuales—, con  términos como “retraso”, “mongolismo”, etc.

Otro término que debemos evitar (aunque esto no es referente a la discapacidad) es el que hace referencia a la lepra o a la “persona enferma de lepra”. El término correcta es “persona con enfermedad de Hansen”.

Asimismo, a las “personas de talla baja” se les suele llamar de forma peyorativa “enanas”. Esto va unido a una serie de tópicos discriminatorios sobre estas personas que las coloca en los lugares de los bufones o las relacionan con cuestiones relacionadas con el chiste.

La acondroplasia o enanimo óseo va unido a una serie de características físicas que suelen identificar a estas personas.

La Fundación ALPE Acondroplasia ha resaltado la necesidad de que las personas de talla baja (así las llamaremos) estén presentes en el aḿbito público y ciudadano sin que se tenga que hacer alusión a su discapacidad.

Por último destacaremos unas ideas imprescindibles en esto de las discapacidades: que éstas no implican una menor capacidad intelectual y/o física, que no siempre es un rasgo irreversible, que no es algo contagioso ni mortal, que no siempre son hereditarias, que no tiene por qué ser permanente en la vida de una persona y que, por supuesto, no se trata de un castigo ni una carga para nadie.