Contacto con otros pueblos: Fenicios en la Península Ibérica
A partir del 1.100 a.C. aproximadamente, los habitantes de la Península Ibérica entrarán en contacto con diferentes civilizaciones provenientes del Mediterráneo Oriental; grupos mucho más avanzados que los establecidos en la Península y que en su mayoría pretendían realizar intercambios comerciales o establecer bases militares y puntos desde los que seguir explorando la geografía peninsular.
Estos pueblos serán los fenicios, griegos y cartagineses; cada uno de ellos con unas prioridades, con unas características y con unos objetivos bien definidos.
En esta lección nos centraremos en los fenicios, un pueblo de extraordinarios navegantes (llegaron incluso hasta las costas de Gran Bretaña) y ávidos comerciantes que allá por el 1.100 a.C. fundarían Gadir (compuesta por un conjunto de tres pequeñas islas), la actual Cádiz (España), considerada la ciudad más antigua de Occidente; Poblado de Doña Blanca (ubicado en el Puerto de Santa María, Cádiz; ejercería como enclave similar a Gadir pero en territorio no insular), Onuba (Huelva), Abdera (Adra), Sexi (Almuñecar), Malaka (Málaga) y Ebussus (Ibiza), entre otras. Para sus asentamientos buscarán lugares estratégicos, con cierto grado de aislamiento pero con un fácil acceso al territorio colindante (para favorecer el transporte de mercancías y el comercio).
Este pueblo procedía del actual Líbano (cuyas principales ciudades serían Tiro y Sidón), tenía un extensión muy limitada y como resultado de ésto se convirtieron en excelentes navegantes, colonizadores y comerciantes. Realizaban una navegación de cabotaje, es decir, navegaban cerca de las costas para una mejor orientación y como medida de seguridad ante cualquier imprevisto que pudiese surgir del mar.
Los contactos con la población autóctona y el establecimiento de colonias fue del todo pacífico en la Península Ibérica, no se sometió a ningún pueblo, pues pretendían obtener principalmente metales (plata y estaño principalmente) y algunas materias primas, que cambiaban por joyas, tejidos, cerámica, perfumes, etc...
Fruto de estos intercambios se produce una mezcla cultural importante, algo que beneficiará también a la población autóctona, pues les enseñan nuevas técnicas de metalurgia (algunos estudios incluso hacen referencia a que les enseñan la metalurgia del hierro), el alfabeto, la técnica del salazón para la conserva del pescado, cierto ordenamiento urbanístico, etc.