Cambio Climático
De todos los problemas ambientales a los que debe enfrentarse la humanidad en esta era, se puede decir con toda seguridad, que el cambio climático es el que mayor repercusión social ha tenido hasta la fecha. Sobre él se han escrito libros, se han realizado documentales, se han promulgado tratados y leyes internacionales y nacionales, se han conseguido avances tecnológicos, se han abierto nuevos mercados comerciales, se han creado nuevas empresas y puestos de trabajo, y hasta se ha filosofado profundamente sobre su posible origen y consecuencias, habiendo opiniones para todos los gustos.
Habría que empezar por separar el concepto del problema ambiental, pues en el planeta Tierra los periodos glaciares e interglaciares se vienen sucediendo desde hace más de 2.000 millones de años (que se sepa) y por lo tanto, el cambio climático es algo que se produce en nuestro planeta cada cierto tiempo. Por otro lado, el efecto invernadero es el causante de que la vida en la Tierra exista tal y como se conoce, ya que sin su presencia la temperatura media en la superficie planetaria descendería hasta un punto en el que sería insoportable para muchas especies incluida la nuestra. El problema surge cuando la actividad humana provoca trastornos en los ciclos y procesos naturales que regulan la temperatura a nivel global.
Como muchos ya saben, el dióxido de carbono (CO2) permite el paso de las radiaciones de los espectros ultravioleta y visible procedentes del sol, y sin embargo es opaco a la radiación infrarroja, forma en que la Tierra devuelve al espacio exterior la energía recibida. Como ya se ha dicho, el CO2 y el resto de gases de efecto invernadero (GEI), permiten que la temperatura en la Tierra sea la adecuada para el desarrollo de la vida, al devolver parte de ese calor, impidiendo así que se disipe en el universo.
Lo que sucede es que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el PNUMA, ha reflejado en sus informes que en los últimos 100 - 150 años la temperatura en el planeta ha subido casi 1 ºC en referencia a los últimos 1.000 años, y que en ese mismo periodo la concentración de CO2 en la atmósfera se ha aumentado en casi 100 ppm, dando como resultado la vulgarmente conocida como gráfica del “palo de golf”:
La conclusión que lleva aparejada este estudio es que el aumento de temperatura está acoplado con el incremento de CO2 en la atmósfera, y que todo esto comienza en los siglos XVIII y XIX con la llamada Revolución Industrial, propiciada por el empleo masivo de combustibles fósiles como fuente de energía. Es decir, que al menos la mayor parte de ese aumento en la concentración de CO2 en la atmósfera mostrado en el gráfico anterior, es responsabilidad del hombre y de su actividad.
A partir de aquí, se han realizado numerosos estudios y sucedido diferentes previsiones que apuntan a un incremento exponencial de temperatura en los próximos años que llevaría al deshielo de los polos, la subida del nivel del mar (con las consiguientes inundaciones), la desaparición de ecosistemas, procesos de desertificación, etc.
Hay incluso quienes, con datos contrastados, exponen que las consecuencias ya se están sufriendo en muchos lugares del planeta, y atribuyen al cambio climático la presencia cada vez más frecuente e intensa de huracanes en el Caribe, que alcanzan a Estados Unidos e incluso Canadá; la sucesión de inundaciones en Europa y Asia, en zonas con escasa pluviometría histórica; la desaparición de lagos como el Chad en África; y el retroceso y disminución progresiva de los glaciares (como el Perito Moreno en Argentina o el de Columbia en Alaska) y círculos polares.
Esta situación a primera vista parece muy grave, y solucionar el problema exigiría de los gobiernos un acuerdo a nivel planetario que redujera las emisiones de GEI de manera coordinada, efectiva y sobre todo veloz, porque las predicciones indican que el proceso culminará antes de que acabe el siglo XXI. Sin embargo, los procesos diplomáticos no funcionan siempre con la rapidez que se necesita y a continuación se verá como frente a la premura exigida por las circunstancias la comunidad internacional adopta una conducta escéptica y pasiva, atención a las fechas.
Con el primer informe del IPCC, que data de 1990, comienza un debate a nivel internacional que deriva en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de mayo de 1992, que se abre a la firma el mes siguiente en la en la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro, y que culmina con el nacimiento del archiconocido Protocolo de Kioto en 1997, cuyo nombre proviene del lugar donde se celebró la tercera Conferencia de las Partes de la Convención (COP3).
En este tratado los Estados firmantes se comprometían a reducir en total un 5,2% la presencia de los GEI en la atmósfera para el periodo 2008 - 2012, con respecto a los niveles de 1.990 para CO2, CH4 (metano), N2O (óxido nitroso), y con respecto a los niveles de 1.995 para HFC (hidrofluorocarburos), PFC (perfluorocarburos) y SF6 (hexafluoruro de azufre). Cada uno de ellos debía contribuir en la parte que le correspondía, en base a su nivel de desarrollo, tejido productivo, importaciones y exportaciones, renta per cápita, etc. Por ejemplo la Unión Europea responsable del 14% de las emisiones mundiales, se comprometió a reducir sus emisiones en un 8% con respecto a los años de referencia, y sin embargo países como Argentina responsable de sólo el 0,6% no quedaron obligados a reducir sus emisiones en porcentaje alguno.
El problema surge cuando Estados Unidos, responsable hoy de más del 30% de las emisiones de GEI a nivel mundial, se niega a ratificar el Protocolo con lo que inicialmente se queda congelado a la espera de que al menos 55 Estados cuyas emisiones representasen como mínimo el 55% del total de emisiones contaminantes del planeta, lo ratificasen.
Así, hasta que Rusia ratificó el tratado en el año 2004, no pudo iniciarse el proceso para la entrada en vigor de un Protocolo que abierto a la firma en 1997 no alcanzó vigencia hasta el año 2005. Esto es 8 años después de Kioto, 13 años después de Rio y 15 años después del primer informe del IPCC.
Hoy, con la COP17 en marcha en Durban, conociendo que los niveles de GEI en la atmósfera han aumentado y la predisposición de los Estados que acuden a ella de no renovar el acuerdo, se pude decir casi con toda seguridad que no se van a cumplir los objetivos fijados por el tratado y que, con la crisis económica actual, va a ser difícil editar una nueva versión del Protocolo de Kioto para años sucesivos.
La consecuencia más inmediata es que esa falta de acuerdo coloca a la lucha contra el calentamiento global en una situación complicada, ya que la falta de apoyo de los gobiernos puede poner en riesgo la continuidad de muchos de los proyectos energéticos, económicos y sociales que se han puesto en marcha hasta la fecha, y que en su mayoría están teniendo magníficos resultados.
En cualquier caso, si las previsiones más pesimistas acertaron o lo hicieron las más optimistas, será algo que tendremos que prepararnos para comprobar pues no parece que se vaya a llegar a tiempo para evitar el problema, más con los indicios existentes, que apuntan a la posibilidad de que ya haya comenzado el temido cambio. Frente a la irracionalidad gubernamental queda la iniciativa particular, asociativa y privada, que ya está dando muestras de reacción, y cada día observamos pruebas evidentes de esto a nuestro alrededor: las ecoetiquetas en los productos, el papel de oficina reciclado, los vehículos híbridos, las entidades financieras socialmente responsables, etc.