Conclusiones
En las últimas décadas, la preocupación de la población por los temas ambientales ha aumentado significativamente y como consecuencia la regulación normativa sobre la materia. La sociedad reclama de este modo la intervención de las administraciones públicas para que actúen como garante de la salubridad del entorno que habitan, pues ello es sinónimo de bienestar y calidad de vida.
Dentro de este movimiento la calidad del ambiente atmosférico es crucial, pues el aire en el que se desarrollan las personas sufre hoy en día numerosos trastornos originados por nuestra propia actividad (lo que se conoce como contaminación atmosférica) y esto se ha traducido en un aumento del número de reclamaciones recibidas en las distintas administraciones públicas y en la aparición de quejas sobre nuevas situaciones, como las molestias producidas por ruidos y olores, que hasta hace pocos años no eran objeto de reclamación.
Para la contaminación química por gases, humos, vapores… ya existen numerosos equipos (como filtros, sedimentadores, separadores…) que retiran del aire estos compuestos. Lo mismo sucede con la contaminación acústica, en la que se han desarrollado numerosos mecanismos para aislar el ruido y las vibraciones producidas por los equipos. Sin embargo, no se ha avanzado lo mismo en otros tipos de contaminación hasta ahora desconocidos.
Por este motivo se ha de estar vigilantes, pues ciertas formas de contaminación eran testimoniales hasta hace muy poco (como la contaminación radioeléctrica) y aún hoy se desconocen sus efectos concretos y las formas de prevenirlos o corregirlos.
Es importante, al hilo del anterior, establecer parámetros y unidades de medida que sean comunes a todos los países, pues la polución no entiende de fronteras establecidas por el hombre y la colaboración y participación en estos estudios, de expertos en esta materia de diferentes nacionalidades, puede permitir alcanzar soluciones anticipadas o, incluso, algunas que de manera aislada no se hubieran logrado.
Los avances científicos permiten saber más sobre la contaminación del aire (como se produce, sus efectos, las formas de eliminarla…) y diseñar métodos y tecnologías adecuadas a su tratamiento, pero deben ser las autoridades públicas las que establezcan herramientas legislativas de obligado cumplimiento que incentiven al cambio de modelo, para garantizar la calidad del aire para poblaciones y ecosistemas.
De este modo, establecer procedimientos reglados para presentar quejas y reclamaciones, en los que los ciudadanos tengan bien identificado al organismo competente para su gestión, debe ser prioritario para los gobiernos de los países que padecen la contaminación acústica, química, odorífera… de su aire ambiental. Así como institucionalizar aquellas técnicas de medición y control más adecuadas y fiables, para que objetivamente se pueda determinar una sanción, la apertura de un expediente administrativo o simplemente el archivo de la denuncia.
Es importante tener la certeza de que una determinada emisión a la atmósfera produce riesgos en el entorno, si no se podría hacer soportar sanciones injustas a determinados agentes económicos, con el consiguiente perjuicio para la sociedad. Por el contrario, no adelantarse a la generación de esos contaminantes o no mitigar sus efectos, puede tener consecuencias gravísimas sobre la salud de las personas y el medio ambiente, por lo que la falta de conocimiento científico o de actuación frente a un peligro concreto, puede producir daños de difícil o imposible reparación. En este sentido es importante que se actúe frente a este problema desde la racionalidad, aunque no se tenga un conocimiento absoluto y detallado de las consecuencias que lleva aparejadas (bastará con saber lo esencial).
La multitud de tipologías de contaminación atmosférica y la cantidad de fuentes tipificadas para cada una de ellas, hace que no sea un problema único, sino un conjunto de ellos que afectan a la calidad del mismo medio (el aire). Por este motivo el tratamiento debe ser particular para cada caso, si se trata de un problema muy localizado las actuaciones serán más sencillas y normalmente de rápida solución (por ejemplo, el ruido que generan los servicios de retirada de basura en una ciudad puede ser corregido de un día para el siguiente), pero si nos encontramos frente a un problema global, la acción frente al mismo requerirá de la cooperación internacional entre Estados (fue el caso de la lucha contra el agujero de la capa de ozono, que necesitó de actuaciones coordinadas entre países sobre la base de una grandísima labor diplomática).
En efecto, normalmente cuando el ciudadano de a pie piensa en contaminación atmosférica se le viene a la cabeza la idea de una central térmica con sus enormes chimeneas, lanzando a la atmósfera cantidades ingentes de vapor, pero es menos frecuente que piense en su viaje diario a su centro de trabajo en el que puede usar el vehículo familiar para el solo, en vez de compartirlo con otros compañeros de trabajo (estableciendo turnos), usar el transporte público o la bicicleta. Cada uno de nosotros contribuye al problema y, por tanto, es parte de la solución. Promover el ahorro energético, usar sistemas eléctricos de bajo consumo, apostar por las energías renovables… pueden ser actitudes que individualmente no signifiquen mucho pero que, multiplicada por los miles de millones de habitantes que tiene nuestro planeta, representen el cambio necesario para limpiar la atmósfera de compuestos dañinos.
La contaminación atmosférica debe percibirla el hombre como algo que afecta a su día a día, la aparición de enfermedades y otros problemas de salud que tienen su origen en este problema, es mucho más efectiva para el cambio de conciencia que cualquier campaña informativa sobre los perjuicios de determinadas actividades para las personas o el entorno. Cambiar esta actitud reactiva por una proactiva frente a la calidad del aire debe ser una labor compartida entre administraciones públicas, organizaciones y particulares, pues atmósfera sólo hay una, y los efectos de la contaminación producida por una única fuente en un lugar muy concreto del planeta pueden llegar a ser sufridos por todos y cada uno de nosotros.
Antonio Martín Velázquez
Director Técnico de Medio Ambiente