Contaminación odorífera
La norma UNE-EN 13725: 2004. Calidad del aire. Determinación de la concentración de olor por olfatometría dinámica, define el olor como “la propiedad organoléptica perceptible por el órgano olfativo cuando inspira sustancias volátiles”. El olor tiene su origen en una reacción sensorial de determinadas células situadas en la cavidad nasal, la contaminación se produce cuando este causa molestias en la población, lo que se produce a partir de un determinado valor de percepción.
La legislación a nivel global en esta materia está aún en un estado incipiente, sin embargo en Europa, países como Holanda, Alemania y el Reino Unido, y en Asia, países muy poblados como Japón, China o Singapur, si que tienen normativa en vigor desde hace varias décadas (en Japón, la ley de control de los olores ofensivos existe desde 1971).
Por su parte, los tribunales ya se han pronunciado en numerosas ocasiones sobre este asunto. Este es el caso del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que, en su Sentencia de 9 de Diciembre de 1994 (más conocida como Sentencia López Ostra contra España), otorgó una importante indemnización por daños a esta señora (38.000 € ≈ 53.000 US$), por los olores que tuvo que sufrir en su vivienda provenientes de una planta de tratamiento de residuos sólidos y líquidos cercana, al entender que se había violado su derecho a la intimidad del domicilio.
Pero la relación entre olor y molestia percibida es difícil de concretar, ya que en ella confluyen, con los factores físicos y químicos más objetivos, otros subjetivos más difíciles de evaluar. Por ejemplo ¿quién determina el carácter agradable o desagradable del olor? ¿La sensibilidad de cada persona, el entorno en el que es percibido…?
Esta naturaleza característica de los olores hace que exista una dificultad añadida a la hora de establecer mecanismos de identificación, medición y control. De hecho, existen compuestos reconocibles sensorialmente pero con un umbral de detección olfativo tan bajo, y en tan baja concentración en la atmósfera, que hace que sean difícilmente identificables a nivel analítico.
Para actuar sobre un determinado olor lo primero es identificar la fuente que lo genera. Son reconocidos focos de contaminación odorífera las actividades industriales y ganaderas, y en estas se fundamenta la regulación normativa establecida en los países que cuentan con ella.
Igualmente, el tipo de contaminación vendrá determinado por la extensión espacial y temporal del problema, se pueden producir ciertas situaciones en las que existan extensas áreas afectadas (debido a fuentes difusas) y otras en las que sean sólo localizaciones muy concretas (debido a fuentes puntuales), con una persistencia del olor que se prolongue durante meses o que tan sólo dure unas pocas horas.
Una mala práctica puede ser asociar un olor con un determinado compuesto químico (por ejemplo, los huevos podridos y el ácido sulfhídrico), porque la contaminación odorífera se produce en la mayoría de los casos por compuestos que no se presentan en forma individual, sino en combinación con otros, siendo la mezcla lo que provoca la respuesta sensorial.
La ya mencionada norma UNE-EN 13725, es una norma europea que establece un método de referencia para la medición de olores, la olfatometría dinámica. Esta técnica permite realizar un diagnóstico para posteriormente aportar soluciones a los problemas de olores, siguiendo el esquema típico de cualquier estudio de impacto ambiental: identificación de los focos emisores, toma de muestras en ellos, análisis cuantitativo de dichas muestras, cálculo de la emisión de olor de cada foco y de inmisión en el entorno (mediante el uso de modelos de dispersión atmosférica), y propuesta de medidas preventivas y correctoras.
Para la determinación de la concentración de olor de una muestra gaseosa, la Norma propone el uso de un panel de "evaluadores" humanos (panelistas) como sensor (por eso se dice que esta es una técnica de tipo sensorial). El principio de medición se basa en exponer a estos panelistas al olor de una muestra, utilizando para ello un olfatómetro (aparato que permite efectuar diluciones de la muestra). La presentación de la muestra de aire se efectúa a diferentes concentraciones, diluyéndola siempre con gas neutro.
Para esta Norma, la unidad de concentración de olor es la UOE/m3 (unidad de olor europea por metro cúbico), que se define como “aquella sustancia o mezcla de sustancias que, diluida en 1 m3 de gas neutro en condiciones normales, es distinguida del aire exento de olor por el 50% de los panelistas (D50: umbral de detección)”. Sabiendo que el umbral de detección del olor es aquella concentración a partir de la cual el olfato humano empieza a percibirlo.
La otra opción para medir olores es el análisis químico, basado en el análisis cuantitativo y cualitativo de las moléculas olorosas. En la actualidad, estas técnicas están muy desarrolladas, existen pruebas volumétricas, colorimétricas, cromatográficas… que permiten la detección y cuantificación de la mayoría de los compuestos químicos presentes en las mezclas "olorosas". Sin embargo, esta información resulta insuficiente ya que no permite conocer la intensidad y el grado de molestia que genera una mezcla, es decir, "cuánto huele".
Si bien son conocidos los umbrales de percepción de numerosos compuestos orgánicos volátiles, el problema radica en la complejidad de las mezclas donde unos compuestos potencian (o por el contrario enmascaran) el olor de otros.
Pero la Norma UNE-EN 13725 tiene también sus limitaciones, y no permite medir “olores potencialmente relacionados con partículas sólidas o gotas de fluidos olorosos suspendidos en las emisones, la relación entre el estímulo de olor y la respuesta del panelista, el tono hedónico (calidad del olor), así como los métodos de paneles de campo". Todo esto significa que el método sólo es aplicable a la cuantificación de olor de moléculas en disolución en la fase gaseosa y no permite la medida del tono hedónico, es decir, del grado de aceptabilidad de un determinado olor por una persona. Porque las molestias y quejas derivadas de los malos olores que sufre una determinada población dependen de la concentración y duración de la exposición a ellos, pero también del tipo de olor percibido (si es agradable o no), de las características olfativas de cada individuo, del entorno en el que se encuentra (rural, industrial o urbano), de sus actitudes, de antecedentes históricos, etc.
Para abordar esta última cuestión tan subjetiva, es necesario recurrir a datos y estudios adicionales a la propia cuantificación y cálculo de emisiones. Existen ciertos modelos matemáticos de dispersión que permiten predecir los niveles de concentración de las molestias en los alrededores de la actividad generadora, y estudios de población "dosis-efecto" que se han llevado a cabo en algunos países (como Holanda, que en el año 2000 publicó las pautas de emisión para el aire "Infomil NeR"). Por su parte, la agencia inglesa de medio ambiente ha publicado un documento de referencia para la gestión y control de las actividades generadoras de olores: IPPC H4 Horizontal Odour Guidance. Part 1: Regulation and Permitting and Part 2: Assessment and Control. De acuerdo con éste, se puede evaluar el impacto odorífero de una determinada actividad empleando modelos de dispersión de contaminantes que se pueden a su vez combinar con otras metodologías.
Finalmente, resulta fundamental resaltar que un olor determinado, por muy desagradable que sea, no siempre tiene un efecto perjudicial para la salud. En 1989 la American Industrial Hygiene Association (AlHA) publicó una revisión de los datos sobre umbrales olfativos (detección y reconocimiento), para compuestos con valor límite de exposición en el lugar de trabajo (TLV), si se comparan estos valores con los umbrales de irritación, se observa que los valores de olor suelen ser muy inferiores a los de irritación.