Introducción

La contaminación atmosférica que padece actualmente la humanidad, es fruto del progreso industrial alcanzado, los sistemas de transporte, el sistema energético tradicional (basado en los combustibles fósiles)… en definitiva, de un modelo de desarrollo que no guarda equilibrio con su entorno y que tiende al agotamiento de los recursos naturales.

 

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Desde la Revolución Industrial, que comienza en el siglo XVIII, los Estados desarrollados han contribuido casi en exclusiva a alcanzar el nivel de contaminación que presenta la atmósfera terrestre en la actualidad, pero hoy el problema se ha acrecentado por la entrada en el mercado internacional de los llamados “países emergentes” que, lejos de incorporar patrones de sostenibilidad a su desarrollo, copian el desarrollismo tradicional en sus actividades económicas (un ejemplo paradigmático son los “pueblos del cáncer” de China, donde la contaminación hace que el número de casos encontrados de esta enfermedad se sitúe muy por encima de la media del país).

Independientemente de quien sea el productor de esta polución, el problema afecta a la humanidad en su conjunto, ya que la atmósfera es única para todos y no entiende de fronteras. Episodios como la lluvia ácida, el smog fotoquímico, la contaminación por ozono troposférico… y sus demostrados efectos, han hecho que la sociedad sea cada vez más sensible a este tema y, consecuentemente, que se haya regulado normativamente de manera muy amplia la emisión de contaminantes a la atmósfera desde el plano internacional hasta el ámbito local.

La falta de vigilancia y control sobre las actividades más contaminantes, es responsable directa de la situación actual. Establecer mecanismos útiles para ello debe ser una prioridad para los diferentes gobiernos, así como la cooperación entre Estados, habida cuenta de que la dispersión de contaminantes por el aire es el tipo de contaminación transfronteriza más probable y desgraciadamente común.

Pero no sólo las grandes potencias o multinacionales son las causantes de la mencionada polución, la responsabilidad alcanza también el sector doméstico. Introducir el respeto por el medio ambiente en la conciencia colectiva es parte de la solución, no en vano, algunos de los problemas más acuciantes de hoy día tienen origen, en gran parte, en la contaminación producida por los particulares (las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por los vehículos privados, son unas de las grandes contribuyentes al cambio climático).

Cuando se habla de calidad del aire no sólo debe pensarse en contaminación de tipo químico, como se ha referido hasta ahora, sino también en la de tipo físico conocida como ruidos y vibraciones. La mecanización de las actividades que desarrolla el hombre en su día a día (ya sean laborales, domésticas o de ocio) hace que las perturbaciones acústicas a las que se somete a la población y al medio, sean crecientes en los entornos industriales, las grandes ciudades, las zonas costeras, etc.

De todos modos, la humanidad sigue encontrando nuevas formas de contaminación del aire que hasta ahora no habían sido consideradas y que empiezan a tratarse con rigor por científicos y profesionales, como la contaminación por olores (odorífera), la producida por la luz artificial (lumínica) o los campos electromagnéticos (radioeléctrica). Por lo que es bueno incorporar estos avances a la legislación vigente en la materia, si se quiere ser efectivo en la lucha contra estos contaminantes.

La continúa aparición de enfermedades respiratorias, cardiovasculares, psicológicas, cancerosas… relacionadas con una  mala calidad del aire ambiente, influye de manera directa en la economía, la sociedad y la conservación del medio natural. El estudio pormenorizado de los aspectos que subyacen a este tipo de polución y sus conclusiones, deben guiar la estrategia a seguir para combatirla, desde una perspectiva institucional, organizativa y particular (gobiernos, empresas y personas físicas). Esto ya se está haciendo, no en vano existen numerosos tratados, convenios, leyes y reglamentos que versan sobre parte de esta materia, por la importancia que tiene para la vida en el planeta, y los efectos de sus medidas se pueden valorar desde el corto al largo plazo (en el primer caso pensemos en una calle abierta al tráfico rodado que un Ayuntamiento decide transformar en peatonal, en el segundo es la lucha contra el cambio climático el ejemplo por antonomasia).

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