Indicadores ambientales
Un indicador se usa para simplificar y poder cuantificar un fenómeno, facilitando de este modo la compresión de realidades complejas y mostrando al mismo tiempo los cambios que sufre un sistema.
Es necesario establecer un proceso metódico de selección de indicadores para determinar cuales pueden ser relevantes, y cuales no, en un contexto determinado, ya que la utilidad de cada indicador depende en gran medida del caso concreto.
Los indicadores se usan para facilitar la toma de decisiones y son seleccionados de manera que ofrezcan al decisor la información suficiente para reducir al máximo su margen de error. El indicador ayuda a sus interpretadores a entender por qué está ocurriendo una alteración y a la comprensión global de un determinado proceso de cambio. Un indicador cuantifica y añade datos que pueden ser medidos y seguidos para determinar si está teniendo lugar una variación.
En resumen, las tres funciones básicas de los indicadores son:
1º. Simplificar: son representaciones empíricas de la realidad. En ellos se reduce el número de componentes a los esenciales.
2º. Cuantificar: miden cuantitativamente el fenómeno a representar estableciendo, al menos, una escala.
3º. Comunicar: se utilizan para transmitir la información referente al objeto de estudio.
La Organización para la cooperación y el desarrollo económico (OCDE) fija los siguientes criterios para la selección de indicadores, que deben:
1. Tener relevancia política y utilidad para los usuarios:
- Tener valores de referencia o umbrales definidos para poder comparar el significado de los valores obtenidos.
- Ser aplicables tanto a escala regional como nacional.
- Proveer una base para las comparaciones internacionales.
- Ser sensibles a los cambios en el medio y en las actividades humanas relacionadas.
- Ser simples, fáciles de interpretar y capaces de mostrar tendencias a lo largo del tiempo.
- Proveer una imagen representativa de las condiciones medioambientales, presiones sobre el entorno o las respuestas de la sociedad.
2. Tener mensurabilidad:
- Ser actualizados en intervalos regulares de tiempo conforme a los procedimientos establecidos de antemano.
- Estar documentados de forma apropiada con información de calidad suficiente.
- Estar disponibles a una ratio coste/beneficio razonable.
3. Tener bondad analítica:
- Poseer un óptimo fundamento teórico en términos científicos y técnicos.
- Basarse en estándares internacionales y con consenso internacional en cuanto a su validez.
- Prestarse para formar parte en modelos predictivos, económicos y sistemas de información.
Es necesario ahora ampliar los conceptos ya citados e incluir algunos nuevos, para poder aplicarlos concretamente. Así, los indicadores deben estar dotados de:
- Representatividad: la información que posean ha de ser característica.
- Relevancia: deben proveer información de envergadura para poder definir objetivos y metas.
- Comprensibilidad: deben ser simples, claros y de fácil interpretación para sus usuarios.
- Finalidad: plantearán metas a alcanzar, con las que comparar la situación inicial.
- Validez científica: han de estar basados en el conocimiento científico del sistema y sus elementos, definiendo los atributos que le sean propios y sus fundamentos.
- Fiabilidad: los datos que proporcionen deben ser de buena calidad y lo más fiables posible.
- Sensibilidad al cambio: han de señalar los cambios de tendencia preferiblemente en el corto y medio plazo.
- Predecibilidad: han de facilitar señales de alarma previa en campos como la salud, la economía, etc.
- Comparabilidad: deben estar normalizados de tal forma que puedan contrastarse interterritorialmente.
- Eficiencia: en términos tanto de coste de obtención de datos como de utilidad de la información que aporta.
- Cobertura geográfica: que sean aplicables a escala del nivel territorial de análisis.
Los indicadores ambientales surgen para alcanzar un doble objetivo: cubrir la creciente demanda de información ambiental por parte de administraciones públicas, empresas y ciudadanos, y para facilitar la toma de decisiones sobre el terreno.
Esta doble vertiente es un campo de conflicto constante en esta línea de trabajo, dado que los indicadores deben recoger una acumulación cada vez mayor de información compleja en un número cada vez menor de parámetros. La inclusión de los efectos de las dimensiones social y económica sobre el medio dificulta aún más esta tarea.
En la bibliografía existe una pluralidad de definiciones de indicador ambiental. Esta carencia de unanimidad se debe fundamentalmente a la cantidad de aproximaciones que se pueden aplicar a su estudio y a la novedad del tema.
Por ejemplo, la Comisión Económica para Europa (CEPE) de la ONU, define indicador ambiental como aquel “agregado estadístico que puede ser utilizado para caracterizar el estado y la evolución en el tiempo de una situación que se corresponde con una inquietud social referente al medio ambiente”. De igual forma el Ministerio de Medio Ambiente español, establece que un indicador ambiental es una “variable que ha sido socialmente dotada de un significado añadido al de su propia configuración científica, con el fin de reflejar de forma sintética una preocupación social con respecto al medio ambiente e insertarla coherentemente en el proceso de toma de decisiones”.
La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), proporciona una definición más técnica que dice que “los indicadores ambientales comunican aquellos aspectos considerados típicos o críticos para la compleja interrelación entre especies naturales y componentes abióticos del sistema ambiental”.
Afortunadamente existe esta última, porque las anteriores definiciones sólo contemplan los indicadores ambientales como medios para dar respuesta a determinadas inquietudes políticas y sociales, y no como lo que deben ser, instrumentos objetivos y concisos para medir el estado del medio ambiente y poder incorporar estos criterios a la toma de decisiones.
Por consiguiente, la definición de indicadores ambientales no resulta siempre sencilla, porque pueden tratar datos que suministren información respecto a un determinado fenómeno con repercusión social. Lo cual es lógico si se tiene en cuenta que cualquier medida estadística ligada a fenómenos ambientales posee las cualidades necesarias para transformarse en un indicador ambiental, y que normalmente los organismos que trabajan en este campo consideran los indicadores ambientales desde un punto de vista político y no científico.
Pero lo contrario tampoco sería deseable, porque los políticos y gestores van a ser finalmente los encargados de tomar las grandes decisiones e introducir los cambios, por ese motivo, es importante compatibilizar el rigor en el contenido con la sencillez en su enunciación, en el momento de definir los indicadores ambientales.
En este sentido, una adecuada definición de indicador ambiental podría ser: variable (o suma de variables) que proporciona una información sintética sobre un fenómeno ambiental complejo, que permite conocer y evaluar el estado y la variación de la calidad ambiental.
Si cada indicador está destinado a un problema específico, el sistema de indicadores proporciona una información completa y global. Es decir, el sistema tiene por finalidad aportar una información que es más amplia y distinta de la que ofrece cada indicador por separado.
Un sistema de indicadores ambientales debe contener al menos:
1º. Los propios indicadores ambientales, que proporcionan la información solicitada.
2º. Los objetivos definidos por el proceso de toma de decisiones.
3º. El orden y la jerarquía de indicadores según su relativa utilidad.
4º. Los criterios que se han tenido en cuenta para la selección de indicadores.
5º. El procedimiento de elaboración del sistema (el método científico seguido, las instituciones y los grupos sociales que han intervenido, etc.).
Cualquier sistema de indicadores puede y debe cambiar con el tiempo, ya que los avances científicos en la materia han de pasar a condicionar la toma de decisiones sobre los problemas ambientales, modificando las reglas para adaptarlas a la realidad.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se inclina por utilizar el modelo de Presión-Estado-Respuesta (PER), para nutrir los sistemas de indicadores. Este simple marco de referencia PER establece que las actividades humanas ejercen presiones sobre el medio ambiente (extracción de recursos naturales, vertidos, emisiones…), que pueden inducir cambios importantes en su estado (alteración de cauces hídricos, deforestación, desertificación…), que a su vez provocan una respuesta social que se traduce en la aparición de políticas, programas y acuerdos para prevenir, reducir o mitigar las presiones y los daños sobre el medio ambiente.
El sistema además se retroalimenta, la actividad humana crea el problema que luego es percibido por la sociedad que a su vez demanda políticas y actuaciones que rebajen la presión sobre el medio ambiente, cuyos efectos repercuten directamente en el entorno que cambia y vuelve a ser evaluado por la sociedad que reacciona pidiendo nuevas medidas. A continuación se muestra un esquema del modelo PER, elaborado a partir de los datos de la OCDE:
El modelo PER da lugar a tres clases de indicadores:
1º. Indicadores de presión: dan una medida del impacto de las acciones humanas sobre la calidad y cantidad de los recursos naturales, y sobre el medio ambiente en su conjunto.
2º. Indicadores de estado: facilitan información a cerca del estado en que se encuentra el medio, y su previsible desarrollo.
3º. Indicadores de respuesta: dan una dimensión de la reacción social ante los cambios y conflictos ambientales, y vienen representados por las medidas preventivas, correctoras o compensatorias adoptadas sobre el medio ambiente.
En la mayoría de los casos la línea que separa los indicadores de presión y los de estado es poco nítida, por lo que suelen utilizarse conjuntamente, desde el punto de vista de la EIA de un proyecto, estos son los dos tipos más interesantes, ya que la tercera categoría queda más para otros tipos de análisis.
Así, existen multitud de indicadores que hablan del estado o la presión que se ejercen sobre el entorno, así aparecen el Índice de Calidad del Aire (que se calcula en función de la presencia de gases como los SOx, NOx, CO…), el Nivel de Presión Acústica (medido en decibelios), el Porcentaje de Superficie Cubierta Ponderada (que mide la cobertura vegetal de una determinada zona), etc.