Acondicionamiento en la ETAP
Antes de conducir el agua a los depósitos o a las redes de distribución, y en definitiva a consumo final, es necesario acondicionar la misma a la normativa de calidad actualmente en vigor.
En las etapas de tratamiento anteriormente expuestas, se han eliminado las partículas de diversos grosores, otras disueltas y las que se encontraban en estado coloidal. Para lograr estos objetivos, se ha adicionado al agua algunos reactivos que de forma colateral han podido modificar el pH del agua, lo que debe ser corregido. Además, la normativa exige una concentración de flúor en el agua tratada, por lo que también será necesario aplicar un tratamiento que asegure que se cumplen con dichos niveles en todos los puntos de la red.
En España, el pH del agua de salida de una ETAP ha de estar comprendido entre 6,5 y 8,5 según establece el Reglamento Técnico-Sanitario, para evitar de esta forma tanto un agua incrustante que pueda producir obstrucciones en la red, como un agua agresiva que pueda originar corrosiones.
Para cumplir con estas premisas, se pueden utilizar diversos reactivos:
- Reducción de pH: anhídrido carbónico, ácido sulfúrico o clorhídrico.
- Aumento de pH: carbonato sódico, hidróxido sódico o cálcico.
La adición de flúor, a la que ya se ha hecho referencia anteriormente, es un complemento en el proceso de potabilidad del agua, que en algunos países se realiza por recomendaciones sanitarias.
El control en cuanto a la necesidad de dosificar flúor en el agua potable, es variable en España en función de las distintas Comunidades Autónomas. La Reglamentación Técnica Sanitaria recomienda unos valores guía de entre 0.7 y 1.2 ppm.
Para cumplir con lo anterior, el agente más utilizado suele ser el ácido fluosilísico (H2SiF6), o su sal sódica (Na2SiF6), los cuales pueden adicionarse en estado líquido. Existen no obstante otros productos que también se pueden emplear, en este caso como polvo. Se trata del fluoruro sódico (NaF) y el fluoruro cálcico (CaF2).