Introducción
A pesar de que el 70% de la superficie terrestre está cubierta por mares y océanos, el agua es un recurso escaso puesto que se calcula que el agua dulce representa menos del 3% del total. De ese porcentaje sólo está disponible 1/3 para consumo humano, pues el resto se encuentra congelado en glaciares y casquetes polares, así que nos queda el 1%. Dentro de éste, los lagos, embalses y ríos solamente suponen la centésima parte, y juntos componen la mayor parte de las reservas de las que se abastecen los seres humanos, por lo que sólo el 0,01% del agua del planeta queda disponible, con garantías, para nuestro consumo y se estima que actualmente ya se ha explotado la mitad.
El uso sostenible o sustentable del agua sería aquel que permite al hombre de hoy aprovechar el recurso sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para hacer lo mismo. Para ello es fundamental indexar el tipo de uso al nivel de calidad del agua, por ejemplo, no tiene sentido utilizar agua potable para regar un cultivo.
Se dice que un agua tiene “calidad” cuando sus propiedades físicas, químicas y biológicas la hacen apta para un uso concreto. Según la finalidad del recurso, las normas nacionales e internacionales establecen estándares de calidad específicos con los requisitos que ha de cumplir el agua que va a ser utilizada para un fin concreto, ya sea agrícola, ganadero, industrial o urbano.
A continuación se enumeran algunos de los principales parámetros que se utilizan para medir la calidad del agua:
- pH: Se mide en una escala que va desde el 0 al 14, siendo 7 su valor neutro, por encima del mismo se considera que el entorno es básico y por debajo ácido.
- Conductividad: Mide la capacidad del agua para conducir electricidad y depende fundamentalmente de las sales disueltas o electrólitos.
- Demanda Química de Oxígeno (DQO): Cantidad de oxígeno disuelto (mg/l) consumido por la oxidación de materia orgánica e inorgánica oxidable.
- Demanda Biológica de Oxígeno en cinco días (DBO5): Cantidad de oxígeno disuelto (mg/l) consumido durante cinco días por las bacterias descomponedoras de materia orgánica.
- Microrganismos: Como huevos de nematodos, bacterias coliformes…
- Metales: Como el hierro, el cobre, el níquel, el cromo, el plomo…
Para el control de estos parámetros y otros, se pueden distinguir diferentes tratamientos a lo largo del recorrido que sigue el recurso desde que es captado hasta que es desechado tras ser usado y gestionado por el ser humano. Este gran proceso se inserta en lo que se conoce como el ciclo integral del agua, que abarca desde la toma hasta el vertido, pasando por la depuración, el transporte, el consumo y el tratamiento final previo al reintegro al medio natural. Se compone básicamente de las siguientes fases:
- Captación: Los puntos de toma de la llamada agua bruta pueden estar tanto en almacenes superficiales (lagos, embalses, ríos…) como subterráneos (acuíferos, manantiales, pozos…). Cuando se trata de ríos, existen dos problemas fundamentales en la captación, la cantidad y la calidad del suministro, por eso se suelen usar torres de toma conectadas a tuberías de impulsión que sacan el recurso del cauce. Sin embargo, en un embalse el principal problema es la estratificación del agua acumulada, que tiende a generar sedimentos en el fondo y problemas como la eutrofia, que se debe a un exceso de nitrógeno y fósforo, y provoca incremento de la turbidez y falta de oxígeno en el agua.
- Potabilización: Es la fase en la que se trata el agua captada para convertirla en apta para el consumo humano. También puede estar presente esta fase para en el ciclo del agua destinada a otros usos, como la acuicultura, o simplemente desaparecer del esquema, como es el caso del agua captada para la fase de enfriamiento en las centrales termoeléctricas, que no requiere tratamiento. Existen diferentes formas de desinfectar el agua, incluso muy complejas como el tratamiento con O3 que la deja extremadamente purificada pero que requiere equipos muy costosos y dificulta la distribución. La más extendida es la cloración, que se realiza añadiendo cloro en los depósitos reguladores antes de la distribución. Las poblaciones más importantes cuentan con Estaciones de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) donde se suceden diferentes procesos de tratamiento que tienen como resultante una completa potabilización del agua. Las fases de potabilización más comunes dentro de las ETAP son: floculación, decantación, filtración y desinfección.
- Distribución: Desde los depósitos de regulación, donde se almacena el agua potable, hasta los puntos de consumo, se extiende la red de distribución. Es importante que esté bien gestionada porque garantiza un caudal, una presión y una calidad constantes en el suministro. Por lo general existe una arteria principal, de la que salen ramificaciones de tuberías que culminan en los puntos de acometida, y desde ahí toma el agua el cliente final.
- Depuración de residuales: Esta última fase persigue reducir al máximo, los efectos negativos de los vertidos humanos sobre los cursos naturales de agua, y básicamente consiste en tratar las aguas residuales para que sus características físico-químicas y biológicas sean lo más similares posible a las del medio que les va a dar acogida. Son las administraciones públicas las que fijan que parámetros son los que deben medirse y que rangos dentro de aquellos son admisibles. Así, en los países donde existen legislaciones más restrictivas aparecen las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR) que recogen los vertidos urbanos, agrícolas o industriales (de forma conjunta o separada, dependiendo de las características del lugar y de la actividad) y en cuyo interior se pueden diferenciar, al menos, las siguientes fases de tratamiento: pretratamiento (desbaste, desarenado y desengrasado), tratamiento primario (sedimentación y flotación), tratamiento secundario o biológico (proceso aerobio con microorganismos), y tratamiento terciario (proceso físico-químico en el que se eliminan excesos de fósforo, nitrógeno y microorganismos patógenos, y puede realizarse mediante cloración, ozonización, adsorción, destilación…). Tras esta depuración, quedan unos lodos húmedos que deben ser tratados previamente a su eliminación o aprovechamiento como abono o incluso combustible.
Volviendo sobre la idea inicial, es fundamental que no se malgasten energía y recursos en tratamientos de agua desproporcionados al uso al que va destinada. Es lamentable observar como en ciudades donde existían redes separativas de agua bruta y agua potable que abastecían independientemente a las viviendas, ahora se ha suprimido la primera de ellas y se esté alimentando con agua de excelente calidad lavadoras, lavavajillas e incluso mangueras de riego.
En algunos lugares, actualmente se están desarrollando normas que imponen o incentivan la instalación de depósitos de aguas pluviales en explotaciones agrarias, industriales e incluso en domicilios particulares, y vetan el uso de agua potable en determinadas actividades (como por ejemplo para lavar el vehículo familiar). También se potencia el uso de aguas grises (procedentes de la bañera o el fregadero) para fines menos exigentes incluso en la propia vivienda (riego del jardín, abastecimiento de las cisternas, limpieza de alcantarillado…) con un tratamiento previo de depuración muy sencillo (filtración más cloración).
Especialmente responsables deben ser los habitantes de los países desarrollados pues, mientras un norteamericano medio consume unos 600 litros de agua al día, el africano medio vive con entre 15 y 50 litros al día.