Consumo desmedido II
En esta lección continuamos analizando las consecuencias que tiene nuestro modelo económico actual sobre el medio ambiente.
Generamos un mundo en el que existen grandes diferencias (tanto económicas como de derechos sociales) entre los países consumidores y los países productores.
El reparto de la riqueza no es equitativo entre los pueblos que habitamos la Tierra. Injustamente, los países productores, que suelen hallarse en el hemisferio sur del planeta, tienen peor calidad de vida: en cuanto a alimentación, esperanza de vida, calidad educativa o desigualdad social y de derechos entre mujeres y hombres, y un largo etcétera.
Esta situación no es razonable, pues tienen materias primas y conocimientos suficientes para alimentar y mantener un estilo de vida razonable y saludable para toda su ciudadanía.
En vez de autoabastecerse, estos países exportan sus mejores productos, dejando los de peor calidad en su propio territorio.
La pérdida de ecosistemas es imparable, debido en su mayor parte por la agricultura y ganadería intensivas.
La tala de árboles para sembrar pastos o cultivos para los biocombustibles es una de las prácticas que más perjudica a los ecosistemas, pues los elimina (tanto su flora como su fauna).
Ante esta situación, después de narrar las consecuencias que tiene el ritmo de consumo que llevamos a cabo, los educadores y educadoras ambientales debemos tomar partido, fomentar y proponer concepciones para remediar y frenar esta dinámica de consumo irresponsable.
Debemos plantearnos si la educación ambiental es una salida a la crisis que estamos viviendo.
¿En qué pilares debemos basar la educación ambiental?
Según Bonil (2010), un modelo educativo abierto al cambio, en constante construcción y reelaboración basado en el contexto y la realidad del momento, proporciona una conexión entre la teoría y la acción. Este modelo pedagógico es capaz de dotar de autonomía a las personas, capacidad para seguir aprendiendo y seguir adquiriendo destrezas fuera de los contextos educativos estrictamente formales, en definitiva, es una herramienta para proporcionar a las personas soberanía, es decir, tomar decisiones responsables en lo que respecta a su propia vida.
Tal vez, en muchos contextos percibimos la educación ambiental como momentos de formación aislada, sin interconexión entre las partes que las componen; los talleres o seminarios suelen estar bien diseñados pero nos falta dotarles de significado, ponerlos en un contexto. Si no hacemos un buen trabajo para contextualizar los contenidos que queremos trabajar a través de estos programas, éstos perderán su significación.
Favorecer una reflexión, hallar el camino para discernir la visión compleja de la realidad es una tarea esencial en lo que a educación ambiental se refiere. En palabras de Bonil, facilitar al alumnado “reflexionar, comprender los hechos, planificar las acciones y predecir sus consecuencias” (Bonil,2010:9) son tareas muy complejas, pero también muy enriquecedoras.
Las interrelaciones entre los fenómenos de la educación ambiental son complejos, al igual que en un ecosistema.
No podemos olvidar que para llevar a cabo programas de sensibilización ambiental es muy importante manejar factores emocionales, los sentimientos, los valores éticos y morales, los niveles de empatía y solidaridad, etcétera.
Por este motivo, creo que en el planteamiento que nos ofrece Bonil es muy importante que la metodología a llevar a cabo en actividades de educación ambiental esté muy vinculada a los temas afectivos y éticos.
Gracias a una metodología basada en estos valores, podemos transmitir la complejidad del mundo en el que vivimos y la multitud de diferentes realidades que se suceden simultáneamente.
A continuación, y para finalizar el tema de la problemática del consumo desmedido, os muestro un vídeo de La noche temática, titulado “Preparando la Navidad”.
