Dilemas teóricos en la investigación: ¿que dar a conocer?
Imagine el lector la siguiente situación:
Tras una larga investigación de campo, en la cual se buscaba obtener información sobre la percepción del poder en las relaciones institucionales, los participantes revelan que X actor (docente) realiza actos de abuso de poder encubierto. Dichos actos no pueden ser probados porque se disfrazan de actitudes más bien normales, pero hay un clima de saber como se maneja dicho docente, clima que no va más allá del alumnado y por ende los directivos no conocen ni sospechan. ¿Qué hacer?
Aquí se plantean una enorme lista de problemáticas, que pueden parecernos acuciantes:
- Es una cuestión de palabra nada más, no hay pruebas que respalden las acusaciones. Y por más confianza que tengamos en la palabra de los alumnos, denunciar algo de dicha naturaleza puede conllevar la destrucción de nuestras relaciones con la institución y la destrucción de nuestra investigación misma, cuyo propósito era precisamente mejorar las relaciones entre actores educativos a través de la comprensión.
- Por otro lado, si los alumnos otorgaron esta información en el marco de un contrato de confidencialidad firmado y apoyado por los padres, revelar información contra su voluntad nos hace incurrir en una falta a la ética. Desde este momento quiero desalentar a cualquier intento de justiciero: revelar información de un sujeto (más siendo menor) sin su consentimiento, no solo conllevará la nulidad de la investigación, la pérdida probable del empleo y la destrucción de su reputación, podría conllevar acciones legales por parte tanto de los padres como de la institución misma. Y lo más importante: su denuncia no cambiará nada. Distinto es el caso de si se tratase de un abuso de menores, situaciones de violencia o símilares. En ese caso es incluso un deber ético comunicar la situación al directivo, que actuará a la altura de la situación.
- No olvidemos que el docente que se está juzgando éticamente también es un profesional como uno, y así como nosotros somos inocentes hasta que se demuestre lo culpable (y por ende no se puede condenar nuestra investigación ni nuestra presencia en un establecimiento educativo que voluntariamente nos ha cedido su espacio, cosa que debe agradecerse y tenerse en cuenta), nuestro colega y los directivos también gozan de la presunción de inocencia. Recuerde el futuro investigador: muchas veces será un invitado, no lo olvide, no es su casa, su oficina ni su centro de investigación.
Lamentablemente, lo mejor que puede hacerse es negociar que información se revele o no con los mismos participantes (si fueran mayores de edad) y manejar todo desde la confidencialidad. El investigador sensato tendrá suficiente tacto humano para tratar el asunto con las autoridades sin llegar a la falta de respeto o a la soberbia.