El tiempo
La clave en la duración de una presentación es que dé tiempo a hablar de lo más importante, pero a la vez no alargarse mucho.
Pasarse del tiempo previsto solo puede indicar cosas negativas: que no se haya preparado bien la exposición, que se tenga falta de experiencia o bien que se tenga poca consideración hacia la audiencia. Así que hay que cumplir los tiempos.
Un consejo para no pasarse de límite de tiempo es, por ejemplo, si se va a dar un discurso de 30 minutos, prepararlo para 20 minutos, de manera que en ese tiempo restante se tiene para desarrollar algún punto en concreto y responder preguntas.
Por otro lado, es importante la cuestión del número de diapositivas. Es recomendable que en un minuto no se pase más de una diapositiva, así que como máximo una diapositiva por minuto es lo adecuado.
Siempre hay que tener un reloj a la vista para controlar el tiempo, así se pueden plantear las conclusiones sin prisas.
Si vemos que tenemos poco tiempo para realizar la presentación hay que huir de frases como “seré breve” o “no les quiero aburrir” porque conseguirá que contagiemos al público y acaben aburriéndose. Tampoco se debe hablar más rápidamente para que dé tiempo a contarlo todo, porque así el público quedará saturado de tanta información en tan poco tiempo, se pondrá nervioso y no nos entenderá bien.
Si hay menos tiempo del previsto lo que hay que hacer es intentar resumir hablando sólo de lo realmente importante, evitar datos innecesarios y no explicar aquello que sea evidente.
Es mejor que al acabar la presentación al público le haya parecido corta en lugar de larga, eso querrá decir que no se han aburrido y habremos creado expectativas.