Sobre los correctores automáticos
No son el invento del siglo; si no, que se lo pregunten a la redactora que se encontró el día 8 de noviembre de 2003 con dos erratas en una entrevista para la sección España que le enviaron desde el País Vasco, y que decidió emplear el corrector automático para eliminarlas. El resultado fue desastroso, y al día siguiente se tuvo que volver a imprimir la entrevista pidiendo disculpas por los errores. Es cierto que a veces pueden darnos quebraderos de cabeza y traernos a mal traer, y que, aun funcionando bien, no nos solucionan todos los fallos que cometemos. Pero los correctores automáticos de procesadores de textos nos ayudan muchísimo. Cuando nos equivocamos, cuando nos baila una letra o nos la hemos "comido", el subrayado en rojo nos salva de entregar trabajos o informes con erratas a profesores, a jefes, a altos cargos. Algunos correctores (o mejor, algunas versiones de correctores) nos informan de que estamos incurriendo en tópicos, como "a nivel de", "en base a", "jugar un papel" y eso, quieran que no, es una gran ventaja respecto a no tener ninguno. Por eso yo digo que no son el invento del siglo, pero resultan una gran ayuda para los que escribimos.
Lo que me gustaría expresar aquí es mi desagrado por que las nuevas versiones de procesadores de textos no incluyan esas detenciones de tópicos, que tanto contribuirían a que cuidemos un poco más el idioma.