Movimientos Sociales
Autor: Rosa Vera García
MOVIMIENTOS SOCIALES: ENFOQUE CLÁSICO vs CONTEMPORÁNEO
El concepto de Movimiento Social data de 1850, haciendo alusión al Movimiento Obrero. Este concepto se va a crear con el fin de definir una movilización crítica con la estructura de un proceso determinado en un momento histórico.
Vendría a ser la expresión de un descontento que conlleva la activación de unas redes sociales, con una composición de varias y diferentes actores colectivos, cuyo objetivo va a ser incidir y participar en la forma de estructuración de la sociedad. Podemos ver en los movimientos una clara intención de incidir, orientar y protagonizar los procesos de cambio social.
Muchos casos son ejemplos de acciones sociales: en una obra de teatro la gente tiende a aplaudir, reír, llorar, o taparse los ojos de miedo en el mismo momento; o en un partido de fútbol gritar contra un jugador, o aplaudir, al unísono.
Estas conductas, aún en una sociedad moderna, son conductas colectivas reconocidas como conductas de masa (planteamiento clásico). Se entiende como una manifestación del miedo, pánico, de una fuga de la colectividad… en el que se acentúa la acción “sin actores” como una suma accidental de individuos (Le Bon y Tarde), para los que los motivos que surgen de esa interacción son producto de una “muchedumbre irracional”.
Es un enfoque muy ligado a la teoría Freudiana del contagio de la desviación y de la sugestión en donde se vislumbra la crisis o el desorden del sistema social ante el conservadurismo de las élites.
Por otro lado, y dentro de este enfoque clásico, encontramos el trabajo de Marx, que acuña el término Clase social, en el que se fundamentan las condiciones sociales que los actores tienen en común “problemas de clase” (trabajadores de una mina para mejorar su economía), o en palabras más conservadoras “auto interés” (como el de unos pequeños agricultores preocupados por el control del único precio de compra).
Tenemos así que el enfoque psicosocial clásico hace foco en lo colectivo y lo irracional, designando a la masa como un conjunto indiferenciado e irracional movido por un comportamiento de adhesión y sugestión, que es incapaz de realizar un análisis coherente.
Por su parte, las Teorías del Comportamiento Colectivo (Escuela de Chicago) se ven influidas por la posición clásica. Desde la perspectiva macroestructural de Smelser, con la introducción de la Creencia Generalizada como equivalente de identidad colectiva, pasando por Kornhausser, Teoría Sociedad de las masas –la masa como suma de individuos alienados-; Gurr, Teoría Privación relativa –profundiza en los procesos psicosociales entre contexto histórico y la percepción del contexto, expectativas no satisfechas.
Todas ellas nos hablan de una desadaptación del orden instituido.
La visión clásica es, pues, que existe un sin número de personas sin criterio racional, comportándose de forma atávica y unidos de forma libidinal, donde se observa al grupo formado desde sólo el comportamiento y en un período histórico centrado en la nueva industrialización, donde las ciudades crecen sin medida, necesitada de mano de obra, en la que el nuevo proletariado desconoce la cultura ciudadana y no existe integración social, donde no existe una estructura institucional que estructure porque lo que se busca es, desde una ideología que enfatiza la riqueza, el progreso económico ininterrumpido y… por supuesto privado.
Sin embargo, en los años 60 se comprueba cómo la definición de movimiento social, hasta ahora existente, no tiene cabida, algo ha cambiado y la respuesta puede ser, tal y como dice Milton Friedman, que el mercado constituye la superioridad política sobre cualquier otra forma de organización de la sociedad.
Ante ello, nuevas movimientos, de estudiantes, pro-civiles, se crean y mantienen, se estructuran y racionalizan su discurso. Tilly muestra cómo las transformaciones económicas y la construcción del Estado, entre otras, producen un cambio en la cultura y en el proceso colectivo, haciendo que emerjan nuevos tipos de movilizaciones y organizaciones.
Lo que fue el pánico colectivo, las algaradas y alzamientos dejan paso a grupos comunales, a resistencia hacia el mercantilismo, a acciones solidarias,… todas ellas proactivas y racionales (siguiendo a McCarthy3) que buscan reafirmarse ante el poder para cambiar la situación social existente.
Son protestas organizadas, tejidas, que enfatizan la disponibilidad de recursos (dinero, experiencia profesional, reclutamiento…) mediatizadas en la medida en que se orientan hacia el éxito y, por tanto, necesitadas de los medios de comunicación que ejercen influencia sobre la definición actual de la situación y sobre el “interés colectivo”. Es aquí cuando se crean los héroes, movimientos sociales y los antihéroes. Las instituciones, para que la audiencia entienda, más bien sienta y enjuicie en el relato periodístico con facilidad, la injusticia ocurrida, tal y como definiría Hunt y la Teoría de los marcos cognitivos.
Los movimientos contemporáneos necesitan de un análisis más global, porque se enfrentan a los efectos negativos del crecimiento industrial y de las estructuras gubernamentales existentes. Es por ello que buscan la reorganización de las relaciones entre Estado-Sociedad-Economía, utilizando el conflicto materialismo-post-materialismo (Tener vs Ser). Los nuevos conflictos surgen en las sociedades occidentales avanzadas no como grupos socioeconómicos sino en nombre de colectivos en peligro.
La realidad de estos enfoques es que conviven en el espacio temporal; obvia decir que, ante los pocos tumultos (enfoque clásico) que se dan hoy en día, existe un largo número de movimientos sociales que buscan el bienestar de la gente, no como enfrentamiento con el estado, sino como mejora de la situación actual (enfoque contemporáneo).
Ahora bien y, en nuestra opinión, puede que sea por las pocas ocasiones en las que se dan “tumultos”, pero los medios de comunicación les dan un valor mediático elevado; no obstante, esto tiene otras explicaciones para lo cual no tenemos espacio.
Finalmente, y como resumen, podríamos decir que el enfoque clásico consideraba a los movimientos sociales como masas irracionales y no adaptadas a lo instituido, como hemos visto que se apuntó desde el enfoque psicosocial y las Teorías del comportamiento colectivo; Sin embargo, desde el enfoque actual, los movimientos sociales ya no son los “tumultos” sino que son actores críticos de la sociedad actual, de la sociedad moderna.
REVOLUCIÓN FRANCESA vs HAITIANA
Durante los últimos años del sigo XVIII y los primeros del XIX, la sociedad occidental sufre una profunda transformación: se hunde el antiguo régimen y aparece la sociedad burguesa. La economía agraria con monarquía absoluta y desequilibrios económicos se ven enfrentadas a un nuevo ascenso económico que mediante una nueva ideología protagoniza acciones violentas para reordenar y reflejarse en el poder político.
La interpretación desde la Teoría de la Acción Colectiva (Turner y Killian), definen un movimiento social como “una colectividad que actúa en continuidad para promover o resistir al cambio en la sociedad” y, en ese caso, en Francia en 40 años (1750-1789), la población pasó de 20 a 26 millones de personas, en una sociedad estamental (nobleza, clero y tercer estado), en la que la burguesía, que había amasado enormes fortunas y era la que disponía de la educación más avanzada y culta, estaba excluida de los cargos administrativos y del estado. Según diferentes autores, se puede afirmar que existe una relación directa entre el surgimiento de la acción colectiva y un sentimiento de “descontento” o “malestar” social.
Se plantea que la generalización de un resentimiento contra la autoridad producirá automáticamente una movilización social (Durkheim); La Revolución Francesa se explicaría a partir del enojo del pueblo con el Rey.
Tal como estipula la Tª del Comportamiento Colectivo, “la capacidad de sugestión individual y la irritabilidad son características de situaciones de malestar social en que surgen las distintas formas de comportamiento colectivo” (Park, 1939);
En la Revolución Francesa, fueron las clases populares -un 80% de la población eran campesinos- cada vez más empobrecidas, dadas las constantes subidas de precios y la acuciante deuda pública la que se movilizó; pero, al contrario de lo que se ha pensado, no fue la supuesta miseria de los campesinos el origen de la revolución, sino que la animadversión del pueblo vino dada por la corrupción de las costumbres y la degradación de la Corte. A esto, en 1789, se le sumó una crisis social derivada de la subproducción agrícola que arrastró la crisis industrial.
La Revolución Francesa no se basó en una estructura ideológica continua de grupos organizados. No podemos hablar de una organización racional, con una movilización de recursos que serán utilizados para luchar por unos objetivos fijados con antelación, tal como estipula la Teoría de la Movilización de Recursos (McCarthy y Zald).
Para éstos, el éxito del movimiento va a radicar en el factor organizativo, en cómo se va a utilizar el recurso disponible; se gestiona racionalmente tanto la organización como el contexto, estando ambos conectados.
En la Revolución Francesa no hubo un movimiento estructurado, una queja ideológica; simplemente, el descontento –que podríamos asimilarlo a la Creencia Generalizada de Smelser, actuando como equivalente de una identidad colectiva- hizo crecer la agitación (sobre todo en las grandes ciudades) y los disturbios puntuales (que surgían en los mercados) debido a la falta de abastecimiento –factores precipitantes- que fue creciendo hasta sublevación en ciertas ciudades debidos a problemas políticos –más factores precipitantes- (representatividad del tercer estado,…), pero sin una red de conexiones.
No existieron líderes con experiencia política que encabezasen la revuelta, sino muchedumbres enardecidas, en una confluencia de las aspiraciones de la burguesía con las del campesinado, por lo desproporcionado de las tasas y la carestía de la alimentación.
Todo ello dio finalmente lugar a la toma de la bastilla el 14 de julio.
El cuadro de Delacroix, “La Libertad guiando al Pueblo", sería una muestra de ello: no es un líder quien dirige, no es una acción colectiva… es la Libertad, a modo de un tipo de masa Le Boniana, llevada por la pasión irracional, caótica como el cuadro.
A él se fue uniendo un problema de aspiraciones de personas poderosas económicamente pero sin poder político, una crisis económica y el hastío del campesinado, cada vez más pobre.
Fue una revolución a la antigua usanza, una revolución clásica, que movilizó a las masas, una revolución de personas que no entraron en paradigmas sobre el proceso político (siguiendo a Tilli), personas que no se habían cuestionado el sistema actual pero que abrazaron el cambio… por hambre.
La Revolución Haitiana fue el equivalente a la Revolución Francesa, pero ni sus causas ni sus consecuencias fueron ni siquiera similares.
Mientras que en Francia el objetivo era la ruptura política con el orden feudal, en Haití, aún con la abolición del modo de producción esclavista, el resultado fue su sustitución por relaciones feudales y de pequeña propiedad mercantil. Lo que sí tuvieron ambas en común fue que el método en ambos procesos fue la Revolución.
De esta forma, la Revolución en Haití, hasta entonces colonia Francesa en la que vivían 40.000 plantadores galos que explotaban a 100.000 mulatos y más de 500.000 negros, se vio absorta por la Revolución en la patria.
A diferencia de la francesa, en esta revolución sí que existió un desarrollo ideológico pro libertad de los esclavos, que se agravó con las discusiones entre pequeños y grandes terratenientes por cuestiones económicas, también con base anterior a la revolución.
En esta revolución, sí podemos ver claramente que en cada una de las etapas un intento de organización formal, con uno varios líderes a la cabeza, se celebran reuniones de mulatos y se forman consejos (En 1791, Consejo de Representantes de la Comuna, bajo la dirección de Pierre Penchinat; más tarde, se unieron Bauvais, Rigaud, Christophe, Lambert y Cange; finalmente, la lucha activa de grandes masas de negros por la libertad fue organizada por un esclavo, Boukman). Por tanto, y en contra de lo que fue la revolución francesa, la haitiana fue liderada.
Tal como apuntó McAdam, se hace necesario conocer los mecanismos cognitivos entre el contexto de la isla, con su explotación y lucha por la abolición de la esclavitud enfrentada a la paradoja de la ideología “libertad, igualdad, fraternidad”, así como con los movimientos, ya existentes anteriormente como son “La sociedad de amigos de los negros” que tenían también argumentos legales (articulo 59 del Código Negro promulgado por el rey francés Luís XIV en 1685) sobre los medios para liberar a un esclavo.
Desde la Teoría de los Marcos Cognitivos,7 los marcos de referencia de la acción colectiva focalizan la atención en una situación considerada como problemática, como era la esclavitud en la isla marco de diagnóstico, haciendo atribución de la responsabilidad de la situación sobre personas o hechos, en este caso, eran los plantadores galos que, como nos apunta el texto de Hunt, serían los “canallas, culpables, o antagonistas”, articulando un plan para conseguir corregir la situación, marco de pronóstico, en el que estarían incluidos los objetivos específicos, las tácticas y las estrategias a seguir, que entendemos se plantearon en las reuniones de mulatos así como en los Consejos que se formaron.
Y, finalmente, dado que aún con estos marcos planteados no es suficiente para dar paso automático a la acción colectiva, será necesario el denominado marco de motivación, en el que se incluyen los argumentos, razones que van a llevar a la acción, quedando así justificada, y que estará percibida como “injusticia”: en Haití, le sobraban los motivos justificadores para iniciar la revolución.
El cuadro de Toussaint sería la réplica al de “La libertad guiando al pueblo”: presenta un claro líder, existe orden, desprende claridad, claras razones (el símbolo del escrito es muy gráfico y representativo), etc.
Existió, pues, una racionalización del movimiento, con continuos debates y solicitudes, una ideología y como en el caso de Francia, posteriormente se le unieron otro tipo de pretensiones y grupos que llevaron tras de sí a la revolución y consecuentemente a que Haiti fuese, tras EEUU, el segundo país en conseguir su independencia.
Este movimiento, en contraposición al francés (tipo masa Le Bon-iano) y siguiendo la definición de Melucci, podríamos definirlo como un movimiento que busca el “porqué”. Un fenómeno que cuenta con tres dimensiones: solidaridad, está inmersa en un conflicto, con oposición de adversarios, busca la libertad de la mayoría del pueblo y el fin de la esclavitud, contra los blancos opresores.