Aspectos psicológicos del envejecimiento
Los cambios que se produzcan a nivel psicológico en una persona según envejece van a depender de numerosos factores individuales, económicos y sociales, así como de la posibilidad de sufrir alguna enfermedad, especialmente algún tipo de demencia, que altere profundamente la personalidad y las capacidades intelectuales y relacionales del anciano. Sin embargo, aquí vamos a resumir los principales cambios que pueden aparecer en un proceso de envejecimiento normal, sin este tipo de patologías asociadas, que estudiaremos más adelante.
En un envejecimiento normal la personalidad de la persona se mantiene más o menos estable, aunque es cierto que los ancianos tienden a asumir menos riesgos y ser más conservadores en su toma de decisiones. Tampoco tiene por qué variar el estado de ánimo simplemente por el hecho de hacerse mayor. En realidad, los sentimientos depresivos suelen estar asociados a las circunstancias individuales de cada persona.
Desde la sociedad en general existe una creencia muy extendida de la merma de competencia e inteligencia de las personas mayores. Sin embargo, la mayoría de estas personas no se perciben a sí mismos de esta manera, y sería importante, tanto para ellos como para el conjunto total de la sociedad en la que viven, que se intentara cambiar esta concepción y promocionar en su lugar la participación y actividad de estas personas. Numerosos organismos internacionales defienden lo que se ha venido a llamar envejecimiento activo, definido por la Organización Mundial de la Salud como el “proceso por el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez”.
En último lugar, el aspecto psicológico que más frecuentemente se ve afectado durante la vejez es sin duda la memoria. Generalmente, a no ser que se padezca alguna enfermedad neurodegenerativa, la capacidad de recuperar información a corto plazo permanece estable, mientras que es la memoria a largo plazo la que se ve más dañada. Además, también se ve perjudicada la capacidad de comunicarse, puesto que a menudo se olvidan nombres de personas, lugares o palabras comunes.