Introducción
A lo largo de este curso vamos a conocer más de cerca la realidad de la enfermedad de Alzheimer, así como los distintos tratamientos y cuidados que reciben en la actualidad las personas que la sufren.
La atención de las necesidades de las personas mayores en situación de dependencia supone uno de los grandes retos de la política social de cualquier Estado. La demanda de cuidados para estas personas se ha visto incrementada notablemente en las últimas décadas, como consecuencia de la combinación de una serie de factores de carácter demográfico, sanitario y social.
El más importante de dichos factores es el envejecimiento de la población, producido por el crecimiento de la población mayor de 65 años por el aumento de la esperanza de vida unido a los avances médicos y tecnológicos. El envejecimiento de la población influye en la aparición de diversas demencias, puesto que existe una elevada correlación entre edad y demencia, aunque ésta no puede circunscribirse exclusivamente a las personas mayores sino que puede producirse en toda la estructura de edades de la población, si bien en menor proporción entre los más jóvenes.
La enfermedad de Alzheimer (EA) es una enfermedad neurológica que forma parte del grupo de las neurodegenerativas, que son aquellas que producen la degeneración de las células esenciales del sistema nervioso, las neuronas. El Alzheimer es la más frecuente de las demencias, lo que ha provocado que en ocasiones se iguale demencia senil a Alzheimer y viceversa, aunque son dos términos distintos. A pesar de su prevalencia, aún hoy el diagnóstico puede resultar muy complejo, especialmente en las fases iniciales de la enfermedad, y su tratamiento terapéutico está todavía dominado por la controversia y el debate.
La degeneración neuronal que produce la enfermedad de Alzheimer afecta principalmente a las neuronas encargadas de realizar las funciones que nos definen como seres humanos, las que nos ayudan a relacionarnos con los demás y con el mundo que nos rodea. Por lo tanto, no sólo afecta a la persona que la sufre, sino que influye en todo el núcleo familiar, y puede desembocar en graves situaciones de estrés y causar afecciones a las personas cuidadoras.
Además, plantea una serie de dilemas morales acerca de la capacidad de la persona para decidir acerca de sus propios recursos y su vida en general. Así que, además de la complejidad médica de la EA, se deben tener en cuenta en su cuidado y atención sus componentes familiares y sociales.