Doña Cristina
Doña Cristina
Fue una mañana soleada de un día sábado de marzo de 1980, que fui al centro histórico de la CDMX a la calle de Motolinia a reparar un baumanómetro electrónico. Mientras le daban mantenimiento me dirigí al Sanborns Madero a desayunar; antes de entrar al restaurante, llamó mi atención una linda viejita que, sentada en la banqueta de enfrente, arreglaba cuidadosamente las vendas que ponía sobre sus espinillas. Noté que no tenía ambos pies, pero su estado de ánimo era de contentamiento a pesar de la desgracia de no contar con sus dos extremidades. Asimismo, lucía extremadamente limpia y a un lado de ella había un par de muletas.
Me dirigí hacia la dulce viejecita, con la finalidad de ofrecerle café con leche y pan. Al acercarme a ella, me miró dulcemente, me sonrió y cuando le propuse el desayuno, lo aceptó agradecida y contenta. Estaba desconcertado; ¿cómo era posible que una persona de su edad y su condición de inválida pudiera estar contenta?
Cuando regresé con ella y mientras tomaba su desayuno, me senté en la banqueta junto a ella; aproveché para iniciar una plática, pues quería conocer cómo pensaba, qué sentía y qué esperaba de la vida. La plática se fue dando y fue así que esta aparentemente frágil ancianita, me dejó conocer una fortaleza que me dejó atónito.
Ya no recuerdo qué tantas cosas le pregunté; lo que sí recuerdo bien es su convicción de que ella era un ejemplo para la humanidad y que su fortaleza era DIOS. Me dijo que se llamaba Cristina (significa la que sigue a Jesucristo) y que no guardaba rencor, ni odio, ni frustración con la vida; por el contrario, se veía contenta (no resignada) y su trato era amable y respetuoso.
Me mantenía impresionado por esta persona; yo, por problemas pequeños me había deprimido, había estado enojado, me había lamentado de lo injusto que había sido DIOS conmigo.
Ahora me daba cuenta que había sido muy tonto con la divinidad y con la gente que me rodeaba: Esposa, hijos, madre, hermana, familiares y amigos.
Me dieron 3 horas platicando con Doña Cristina; me retiré y nunca más la volví a ver. Ahora, al paso de los años me cuestiono sobre quién era realmente Doña Cristina y por mi mente ha pasado, muchas veces, la respuesta de que este dulce ser en realidad era un ángel. Sí, aunque usted lector o lectora no lo crea, los ángeles existen y muchas veces se aparecen a las personas llevándoles mensajes de esperanza y fe; y en su nombre daba respuesta a su misión: Seguidora de Cristo.
Va de cuento: Siendo profesor universitario en la Anáhuac (1985 – 2010), en cierta ocasión en que entré al salón para iniciar la clase, una bella alumna rubia, de ojos azules estaba inclinada en su pupitre llorando a lágrima viva. Cuando le pregunté qué le pasaba, me contestó: -“Estoy muy triste porque no podré ir de compras, en estas vacaciones, a Nueva York”.
Esta contestación me dejó confundido y hasta con ganas de ponerme a reír por lo absurdo que me parecía. Mientras el 60% de la población mexicana mal comía, mal vestía y mal vivía, esta niña rica se ponía a llorar cómo si le hubiese ocurrido una gran desgracia; no había duda que vivía encerrada en su burbuja de comodidad y ajena a su entorno.
El capitalismo nos ha hecho perder la brújula de lo espiritual. No soy comunista ni afín a ningún sistema económico; yo creo en el ser y no en el tener.
En esa universidad era común que muchos alumnos nunca hubieran ido al zócalo capitalino y no lo conocían, pero sí habían estado en París, Londres, Bonn, Hong Kong, etc. Es por ello que muchas personas se preguntan –“¿Por qué hay personas que les va tan bien y a la mayoría tan mal?”
Todo en el universo tiene su razón de ser; nada ocurre por casualidad, por negligencia, por interés, por dedazo, por palancas, por compradazgos, por buena o mala suerte, etc. Todo tiene su porqué y de eso nos dan respuesta las leyes espirituales que más adelante veremos en este blog.
Hasta el próximo Blog
Prof. Reynaldo A. Serrano
profserrano90@hotmail.com