El extraño malestar de las mujeres, Betty Friedan. (3 de 5)
En nuestro anterior post, como Simone de Beauvoir, quedó claro que “no se nace mujer, sino que se llega a serlo”. El “ser mujer” se ha construido a lo largo de los siglos desde la alteridad, desde la otredad, a partir del sujeto masculino que hace de referente. Sobre las diferencias biológicas se constituye todo un entramado que sostiene las discriminaciones que se producen hacia las mujeres y sobre esto se construye la feminidad.
Betty Friedan (1921-2006), fue una escritora estadounidense cuyo libro “La mística de la feminidad” (1963) fue un referente en el movimiento feminista de los años sesenta. Esta autora puso de manifiesto que las mujeres blancas estadounidenses de clase media tenían un “malestar” que era compartido, un malestar que no tenía nombre.
Aquí dejamos algunos vídeos sobre su biografía y aportaciones:Vídeo 1 y Vídeo 2.
A pesar de los mensajes que se mandaban a través de la publicidad, y de las opiniones de "expertos", las vidas de las mujeres (blancas de clase media), "amas de casa", en Estados Unidos se alejaba mucho de la experiencia agradable que se veía en anuncios como estos.
Las mujeres blancas de clase media eran educadas para encontrar marido, casarse, tener hijas e hijos y realizarse de esta manera como esposas y madres. A pesar de que fueran a la universidad, era significativo el número de abandono universitario o finalización de estudios sin ejercicio de una profesión. Los colleges, para las mujeres, pasaban a ser lugares donde encontrar maridos. Esta imagen la podemos ver reflejada en muchas películas estadounidenses de la época. Mujeres formadas que finalmente eligen dedicarse a sus familias. Imagen del mayor éxito de las mujeres.
Tras el fin de la Guerra, en los años cincuenta se da “la maravillosa vuelta al hogar”. Los hombres ocupan los puestos de trabajo en el espacio público y "proveen" a las mujeres de todos los avances para el hogar (lavadoras, exprimidoras, etc, etc.), avances que facilitaban “su labor” en la esfera doméstica. El tiempo que todas esas nuevas máquinas les permitían ahorrar lo ocupaban en desarrollar labores sociales. Al mismo tiempo, todas esas nuevas máquinas también estaban enfocadas para “crear su feminidad”.
Película: Criadas y Señoras
¿Qué pasaba entonces? ¿De dónde aparecía ese malestar? En el estudio de Friedan muchas mujeres no se encontraban bien, sentía un “malestar”. Habían comprado un “pack de la feminidad” y una vez que habían usado todo lo que en él venía parecía que algo no encajaba con ellas, en su interior.
Había todo un entramado publicitario y de mensajes que las instaba a estar felices en sus casas, con sus maridos, sus hijas e hijos y sus labores hogareñas.
Este malestar que no tenía nombre no podían achacarlo a la pérdida de la feminidad, ya que eran las que mejor horneaban el pan, se ocupaban de las hijas y los hijos, cuidaban a su marido, cuidaban su imagen como mujeres, ¿cómo es que no estaban realizadas como mujeres si hacían y tenían "todo lo que una mujer podía desear"?
Parece que estas mujeres querían algo más que su marido y sus hijos e hijas. Estaban frustradas por sentirse mal “teniendo todo lo que una mujer podía desear”. Esta “mística de la feminidad”, como la nombra Betty Friedan, ensalzaba todos estos valores que dotaban a “la mujer” perfecta para estar confinada en el hogar ocupándose de todas las tareas relacionadas con la reproducción familiar, dentro de esa “unidad” necesaria para la supervivencia de este grupo.
Eran glorificadas en su papel de madres y esposas, y combatían en su día a día consigo mismas, ya que se glorificaba el “pack femenino” pero no a ellas como mujeres completas. Y así, se agarraban a su identidad de ama de casa.
“el lugar de la mujer es el hogar, ya no podía decirse con tono de desprecio” (Friedan, 2009:295)
Además, ese pack ahora no traía cosas como la costura, la educación de la/os pequeñas/as, tejer, etc, estas labores salieron del ámbito doméstico, esto hizo que hubiera menos cosas en las que las mujeres pudieran “desarrollarse”. Expandían el tiempo dedicado a las tareas del hogar, y el vacío aumentaba.
El ama de casa estadounidense blanca de clase media, no tenía privacidad para poder tener sus propios intereses personales, ¿estaban otra vez en el punto de la demanda de la habitación propia de Virginia Woolf? Como apuntaba Friedan, las mujeres tenían que convencerse a sí mismas de que hacer un plato de comida a su familia tenía la misma importancia que una operación quirúrgica. Se dotó de un gran prestigio a la mujer abnegada ama de casa que lo dejaba todo (incluidos sus estudios) por dedicarse a su familia.
Pero, ese no saber por qué están mal si lo tenían todo producía un conflicto interno, llevaba a que fueran identificadas como “locas depresivas” ya que no había motivos aparentes para estar mal, y eso ellas lo sabían.
“No es bueno para las mujeres, cualquiera que sea su razón, pasar los días dedicadas a un trabajo que no avanza al mismo tiempo que lo hace el mundo que las rodea (…)” (Friedan, 2009:311)
De forma que, Friedan apunta que estas mujeres “no hallarán la paz hasta que no empiecen a utilizar sus capacidades” (Friedan, 2009:311), es decir, hasta que puedan desarrollarse y usar sus habilidades en crear algo propio, que salga de ellas.
Y es que, aunque aparentemente esa había sido su elección, esta elección es la que se suponía debían tener como mujeres, dentro del mundo en que vivían. Eso era lo que debían desear las mujeres para así cumplir con todo lo que esta identificación como mujer significaba: el ser madre y esposa.
Y además, eran mujeres privilegiadas por no tener que salir a trabajar, por no tener que preocuparse por el dinero, etc. Claro, no había nada más, qué iban a plantear entonces, ¿había posibilidades de ruptura si no sabían qué ocurría? Si tenían todo lo que podía tener una mujer, en las mejores condiciones, y dedicaban su tiempo a lo que ellas querían (siempre que fueran “cosas de mujeres”), ¿qué era ese malestar?
Friedan construye su discurso a través de la feminidad, como las características que se les atribuyen a las mujeres, los roles en la familia, en la sociedad, con su cuerpo. Es esa feminidad lo que define a "la mujer" y la conforma de ojos al mundo y a ella misma, siendo generadora en muchas ocasiones de un extraño malestar.