¡¡El síndrome de la impostora nos invade!!
Si sientes que no mereces a donde has llegado y que no estás lo suficientemente cualificada para ese puesto, tú puedes estar viviendo el síndrome de la impostora.
El síndrome de la impostora lo nombramos en femenino no porque ahora se use el femenino neutro, sino porque es una realidad que vivencian a muchas mujeres. ¿Le puede pasar a hombres? Si, y también a personas discriminadas por ejemplo por su condición racial. Pero, es muy poco común que le pase a un hombre porque está relacionado con los privilegios que los hombres tienen en una sociedad patriarcal como esta, y que están interiorizados y en muchas ocasiones, son inconscientes.
Las mujeres están ahora ocupando muchos espacios de trabajo que han sido tradicionalmente de hombres. Están llegando a puestos de más responsabilidad. A pesar de estar sobradamente cualificadas para estar en esos puestos, se ha detectado una común sensación interna, y ciertas presiones externas, que las llevan a pensar y a sentir que “no son lo suficiente” y que por lo tanto “son unas impostoras”.
Yo no conocía este síndrome hasta el momento en que estaba redactando mi tesis doctoral. Llevaba tres años con ese tema, había leído, escuchado, discutido sobre lo mismo cientos de veces. Revisaba, revisaba, me revisaban, me revisaban, escribía, escribía. Aun así, siempre tenía esa sensación de que yo no sabía nada, que no era quién para hacer una tesis, que cómo iba yo a entregar eso… Cuando la defendí, todo salió bien. Tras esta presentación me propusieron que podía hablar de la misma en algún lugar, escribir algún artículo más informal. Y no podía, seguía sintiendo que no sabía nada. Era una sensación muy extraña. Baja autoestima, sentir que “mentía” a la gente porque no sabía lo suficiente para hablar del tema, etc. Al empezar a comentar las sensaciones con una amiga me dijo que a ella también le pasaba, y que eso tenía un nombre: “el síndrome de la impostora”. ¡Ah! Si no sólo me ocurre a mí, ¿habrá algo de estructural?
Comencé a mirar a los hombres de mi alrededor. Me daba cuenta de que, con menos formación o conocimientos, se sentían con la autoridad de nombrarse como conocedores del tema. ¿Qué pasaba?
Y es que por mucho que escribas, trabajes, estudies, por mucho que hagas, es una sensación latente de que hay una falta de capacidades. Y aparece la idea de que hay que “demostrar” tu valía. Y eso es un machaque continuo.
Marcela Lagarde, en su libro Claves feministas para la autoestima de las mujeres (2000), habla de cómo se viene construyendo la autoestima de las mujeres y de su importancia personal/individual, y también política.
“Contribuir al desarrollo de la autoestima de las mujeres es una pauta de las acciones de género en todo el mundo. Lograrlo es, de hecho, un avance y tiene un sentido político ligado a la acción emancipadora y libertaria de las mujeres” (Lagarde 2000, 11)
La falta de confianza que vivencian muchísimas mujeres está muy relacionada con la cultura patriarcal en la que nos desarrollamos. Las mujeres han estado siempre realizando actividades a las que no se les ha dado valor. Es muy significativo que, por ejemplo, aunque son las mujeres las que mayormente ocupan las cocinas de todas las casas y alimentan al mundo. Sean hombres los cocineros más prestigiosos y conocidos.
Se ha interiorizado una falta de valía, una falta de merecimiento.
“Hoy es una prioridad feminista que los cambios radicales involucren la subjetividad tanto como la vida cotidiana, la conciencia y la cultura personales.” (Lagarde 2000, 19)
Hay que "demostrar" mucho más que los hombres. Es una demostración que se hace necesaria a las mujeres para con ellas mismas, y al mismo tiempo con el exterior. Los errores que se cometen también suelen tener una recriminación mayor. La presencia de una mujer en reuniones repletas de hombres hace más difícil que la voz e ideas se escuchen. Es algo común que una mujer comente algo y que no se escuche y que esa misma idea se la apropie un hombre, la diga y adquiera valor. Estas son algunas de los motivos que sobre el síndrome de la impostora comentan las profesionales que participan en el debate “En Clave Tuerka - El síndrome de la mujer impostora” que aquí enlazamos*.
Y es que, como señala Virginia Alonso adjunta a la dirección de “Público”, “el sistema del mercado de trabajo está concebido por hombres y para hombres. Y eso a nosotras nos excluye, aunque estemos dentro. Y nos hace sentir culpables sistemáticamente por cualquier cosa que hagamos.”
El síndrome de la impostora lo conecto directamente con lo que desde los espacios denominados espirituales se nombra como la “falta de merecimiento”. Y es esa sensación de “no merecer”. Escondemos lo que realmente somos y nos construimos sobre creencias que asumimos como propias.
En el caso de las mujeres y el síndrome de la impostora, ellas han hecho suyo el hecho de que no pueden ocupar ciertos puestos o desarrollar algunos trabajos de más responsabilidad o prestigio. Y que no pueden hacerlo a su manera. Porque como apuntaba Virginia Alonso la construcción es patriarcal, de manera que hacer las cosas de nuevas formas es complicado, cuesta esfuerzo y tiempo, y hay veces que no compensa.
La falta de merecimiento y de autoestima tiene su importancia política porque, como podemos ver, la falta de mujeres y de otras formas de hacer las cosas en puestos de dirección o coordinación tiene sus efectos.
Ante éste “síndrome de la impostora” se dan varias claves en el vídeo que adjuntamos, y una de las que queremos destacar es la sororidad. El apoyo entre las mujeres es fundamental para fortalecer la autoestima y para hacer que las voces se escuchen y que las decisiones, tomadas de nuevas formas, cobren fuerza.
Lagarde, Marcela (2000) Claves feministas para la autoestima de las mujeres. Madrid:horas y HORAS.
*En el video podréis ver a Virginia Alonso adjunta a la dirección de “Publico”. Mónica Meyer, miembro ejecutiva de AMIT Asoaciación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas y Profesora Titular de la Universidad Complutense de Madrid, Laura Casillas coordinadora del equipo de prensa estatal de Podemos, Isabel Mastrodomenico directora de la Agencia de Comunicación y de Género.