Coliseo (Roma)

El Coliseo de Roma es sin duda uno de esos lugares emblemáticos y característicos que todas las grandes capitales poseen, y que le confieren un carácter propio y distintivo.

Fue mandado construir por el emperador Vespasiano en el año 72, terminándose e inaugurándose por su sucesor, su hijo Tito, en el 80.

Posteriormente, en el 82, sería Domiciano quien añadiría el último piso, adquiriendo su forma final.

100 días y más de 1.500 gladiadores muertos fue el resultado de las fiestas que Tito organizó para conmemorar su inauguración.

Su nombre original fue el de “Anfiteatro Flavio”, conociéndose popularmente por “Coliseo” debido a una estatua de más de 25 metros de altura que se situaba en los alrededores del anfiteatro, el “Coloso de Nerón”.

 

 

Es una obra arquitectónica digna de resaltar, especialmente para la época, pues algunas de sus cifras son sencillamente increíbles.

Su altura es de 52 metros, su planta mide 188 m. x 156 m.; y la arena 86 x 54 m.; 4 plantas de graderío (donde los espectadores se situaban en función de su status social, siendo las clases más altas las que se colocaban en primera fila, y las bajas en los últimos pisos y de pié) y capacidad para unos 50.000 espectadores.

Eran frecuentes las luchas de gladiadores, pero también se llevaban a cabo representaciones históricas y las naumaquias, batallas navales que se hacían en la arena previamente inundada.

Con el paso del tiempo fue perdiendo importancia, quedando en estado de semiabandono, siendo utilizado por generaciones posteriores como cantera (sacaban el mármol), almacén e incluso como vivienda.

 

 

Ha sobrevivido a terremotos, inclemencias meteorológicas y guerras, llegando hasta nuestros días y convirtiéndose en uno de los grandes reclamos turísticos de la capital italiana, siendo visitado al año por aproximadamente 6.000.000 de turistas.

Desde 1980 aparece como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, y es considerado una de las "7 Maravillas del Mundo Moderno".