La Revolución Rusa de Octubre de 1905
Rusia lleva unos años (1902-1903) sumida en una intensa crisis que afecta a los sectores más desfavorecidos de la población; lo que hace que las huelgas de los obreros, las protestas de los campesinos y los actos terroristas sean algo más que habituales.
Si a esto le sumamos el profundo malestar y conmoción que provocó la derrota en el conflicto que en 1904 mantuvieron con Japón por el dominio de unos territorios en Asia; nos encontramos ante el caldo de cultivo perfecto para que estalle una revolución.
En enero de 1905 se produce una manifestación de obreros que piden mejoras en sus condiciones laborales, dirigiéndose los mismos hacia el Palacio del Zar, lo que provocó que las fuerzas del orden no dudaran en utilizar las armas y abrir fuego contra la masa con el fin de disolver la protesta.
Numerosos manifestantes murieron y otros fueron heridos, en lo que se denominó “Domingo sangriento”.
Esta acción por parte de las tropas del zar no amedrentaron para nada a la masa enfurecida, provocando un efecto contrario tremendamente difícil de controlar por parte de las autoridades; lo que hizo que el Zar Nicolás II “abriera la mano” frente a algunas de las peticiones de sus súbditos (aunque esto no fue óbice para que cuando pudo, boicoteara esta puesta en marcha de mejoras).
Fue el principio del fin del zar, pues el pueblo pronto comprendió que la vida sin él sería mejor, convirtiéndose esto en objetivo prioritario para determinados sectores.