Semiramis, la gran reina.

Citada en escritos de Herodoto, Diodoro de Sicilia o Plutarco, además de aparecer en innumerables leyendas; Semiramis es puesta en duda por algunos historiadores que recelan de su existencia; mientras que otros la sitúan históricamente entre finales del siglo IX y principios del VIII a.C.

Al parecer fue una destacada reina asiria o mesopotamia (según las diferentes fuentes) que gobernó con mano de hierro en una época tremendamente machista, consiguiendo esplendor y avances para su pueblo, así como enormes ganancias territoriales.

Se cree que su origen es divino, pues su madre era la diosa Derketo, quien tras quedar embarazada y dar a luz a Semiramis la abandonó en el desierto para que pereciese, siendo criada de manera sorprendente por un grupo de palomas hasta que la rescató unos pastores (a su muerte será representada bajo la figura de este ave).

Se casará con Nino, rey asirio que pronto morirá y dejará en manos de Semiramis el gobierno de su país; algo que aceptará con valentía y energía.

Se dice que fundó Babilonia, y que sometió a persas, medos y armenios; siguiendo la expansión de sus territorios por Egipto, Libia y resto de Asia hasta el Indo.

Su actividad constructiva se puede calificar de hiperactiva e imperial, levantando mausoleos en honor de su esposo en cuyo interior existían estatuas hechas de oro macizo; así como construyó acueductos, caminos y calzadas.

La administración la llevaba a “rajatabla”, y los asuntos de estado los trataba con la importancia y rigidez que éstos merecían.

Pero como en casi todas las épocas, las luchas internas de poder no tardan en aparecer, siendo en este caso su hijo el encargado de acabar con su reinado, citando algunas fuentes que mediante una conspiración la apartó del gobierno, algo que Semiramis aceptó dando “un paso al lado” y retirándose de la vida política y militar; mientras que otras fuentes citan que su hijo la ajustició y mató para evitar posibles problemas posteriores con ella.