el origen de las cerillas

La definición que da el Diccionario de la RAE para “cerilla” es la siguiente: “Varilla fina de cera, madera, cartón, etc., con una cabeza de fósforo que se enciende al frotarla con una superficie adecuada”, y aunque en la actualidad pierde fuerza frente a otras formas de hacer fuego de manera instantánea (los mecheros y encendedores por ejemplo), hasta no hace mucho su utilidad y protagonismo era indudable.

La persona que inventó las cerillas como hoy las conocemos fue John Walker, un farmacéutico que nunca patentó su descubrimiento; un descubrimiento totalmente casual, pues tratando de crear un nuevo explosivo  en 1826 hizo una mezcla de diversos productos químicos (azufre, goma, clorato de potasio, azúcar…) en un recipiente que movía con un palo.

Cuando dejaba de mover la mezcla, observaba que en la punta del palo se quedaba de manera sólida el residuo de haber estado moviendo el componente, por lo que al tratar de limpiarlo rascándolo contra el suelo, este ardió.

 

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Había inventado la cerilla, aunque como dijimos anteriormente no patentó su invento (aunque si lo vendía en su farmacia a pesar de lo peligroso que podía llegar a resultar, pues algunas veces al manipularlos saltaban “chispas” encendidas que prendían fuego a vestidos, alfombras y todo lo que se encontraba a su alrededor), siendo un tal Samuel Jones en 1833 el que las sacó al mercado con algunas modificaciones en la composición bajo el nombre de “Lucifer”.

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