que en el Siglo XVIII las duchas las recetaba el médico
El asunto de la higiene personal ha sido a los largo de la historia de la humanidad un asunto bastante controvertido y peliagudo; adquiriendo mayor o menor importancia en función de la cultura que estudiemos.
Se sabe que las culturas antiguas y clásicas tenían un concepto de la ducha y el baño como algo placentero y diferenciador de clases (usaban aguas aromatizadas, ungüentos y aceites corporales, etc…); pero algo debió torcerse tras estas culturas, cuando en Europa se perdió por completo la costumbre de mantener una higiene personal, más o menos “digna”.
Fotograma de la película "Cleopatra".
Fuente: www.eldesvandepauline.com
La ducha pasa a considerarse como algo horrible, frívolo y superficial, estando incluso mal vista por el cristianismo; evidentemente no se sabía la relación existente entre la propagación de algunas epidemias y enfermedades con la falta de aseo.
La única higiene era la de la cara y manos, pero nunca con agua, era una limpieza "en seco", con un trapo lo más blanco posible.
En el Siglo XVI se consideraba que la ducha ablandaba los tejidos y la piel, por lo que el organismo quedaba expuesto a todo tipo de enfermedades, ya que tampoco estaba protegido por esa capa de "suciedad" mantenida durante años.
De hecho la reina Isabel de Castilla contaba con orgullo como ella sólo había tomado 2 duchas en toda su vida…
Esta costumbre irá cambiando poco a poco con el paso del tiempo, y en el Siglo XVIII era recetada por el médico como cura frente a algunas enfermedades.
Pero como no todo el mundo tenía ducha en sus casas la manera de tomar esta “medicina” era recibir el “remojón” en una sala anexa al consultorio donde se encontraba el doctor, que ponía al enfermo debajo de un cubo y tiraba de una cadena, de manera que toda el agua caía sobre el paciente.
Así poco a poco irá evolucionando el concepto del aseo personal hasta nuestros días.
Ducha.
Fuente: www.decoora.com