que Graham Bell no fue el verdadero inventor del teléfono
Al contrario de lo que la mayoría de la gente piensa cuando se habla de la invención del teléfono, no fue Graham Bell el primero en inventarlo, sino el italiano Antonio Meucci.
En 1857, Meucci inventó un sistema para transmitir sonidos a través de cables eléctricos que llamaría teletrófono, con la finalidad de poder comunicarse con su esposa, postrada en la cama a causa del reumatismo que padecía; mientras él estuviese trabajando en su taller.
Pero, ¿Cuál es el motivo por el que no pasó a la historia como el inventor del teléfono?
Alexander Graham Bell.
Fuente: www.grahambell.com
Varias son las razones, pero la principal de todas fue su escaso poder adquisitivo, ya que patentar su invento valía una fortuna para el italiano, casi 250 dólares que no tenía; así como su escaso dominio del inglés, lo que hizo que fuese engañado en numerosas ocasiones, siéndole robado algún prototipo de su invento e incluso planos.
Meucci simplemente pudo hacer frente a una demanda de patente en la que describía las características de su invento y que le daría prioridad en caso de fabricación en 1871, ya que sólo costaba 10 dólares, pero solo pudo pagarla hasta 1873.
En 1874 presentó su invento a la Western Union Telegraph Company, que nunca le contestó si le interesaba o no, aparte de decirle que perdió su invento cuando éste fue a reclamarlo.
En 1876 Graham Bell patentó el teléfono, apoyado casualmente por la Western Union (existía un acuerdo de reparto de beneficios por la explotación del invento entre ambos), pasando a la historia como su inventor.
Meucci trató por todos los medios de demostrar que el invento fue suyo, y el Gobierno de Estados Unidos vio posibilidades de fraude en la patente que realizó Bell, por lo que el 13 de enero de 1887 se remitió a juicio; un juicio largo y en cuyo curso Meucci falleció, suspendiéndose el proceso.
Antonio Meucci.
Fuente: www.fotosimagenes.org
El 11 de Junio de 2002, la Cámara de los Representantes de los Estados Unidos (Congreso) aprobó la resolución 269, donde se narra las vicisitudes de la vida de Meucci, así como se le reconoce como autor del invento.